No te quedarás con él Capítulo 6

No te quedarás con él Capítulo 6

Capítulo 6 Recuperar al niño en secreto

Santiago la miró con dulzura, pero ahora sus emociones estaban revueltas. —¡Papi! Soy Samuel —Se presentó el niño—. ¡Te admiro mucho! Eres el papá más genial del mundo. Los ojos del hombre se volvieron más suaves. Con una pequeña sonrisa en los labios, sacó su móvil y envió un mensaje a su mayordomo. Los niños fueron llevados directo a Puerto Esmeralda tras entrar a la ciudad. Puerto Esmeralda era donde residía Santiago. Aquel costoso terreno era un retiro del ajetreo de la ciudad y contaba con elegantes alrededores. Su Lamborghini siguió adelante y se detuvo en el enorme patio situado frente a una casa de Puerto Esmeralda. El sol que flotaba en el cielo brillaba sobre el sendero ajardinado en el que se extendían numerosos adoquines. Había arbustos de flores de rosas de una belleza impresionante a lo largo del sendero mientras Santiago conducía a los niños al salón. No muy lejos había dos brillantes autos deportivos de juguete colocados sobre el césped. —¡Vaya! ¡Qué genial! Los ojos de Samuel brillaron en cuanto vio los juguetes. Santiago soltó entonces las manos de los niños y les dio unas palmaditas en la cabeza. —Vayan a jugar con ellos si quieren. Los preparé en especial para ustedes dos. —¡Sí! ¡Eres tan genial, papá! —Extasiado, Samuel tomó la mano de Pamela—. ¡Vamos, Pamela! ¡Vamos a jugar con los autos deportivos! El tranquilo patio se fue alborotando poco a poco mientras los niños conducían sus autos de juguete e iban en círculos. —Señor Falcó —saludó a Santiago con gran respeto, Gael Suárez, el mayordomo vestido de traje—. La habitación de los niños ha sido preparada como usted ordenó. También se están preparando los artículos de la lista. —Gracias. Gael le entregó entonces dos bolsas de muestras de las que Santiago deslizó el cabello que sostenía entre los dedos. —Hazles compañía y juega con ellos. Debes mantenerlos a salvo. —Sí, Señor Falcó. Gael hizo una respetuosa reverencia. Después de guardar las bolsas de muestras, Santiago volvió a subirse a su Lamborghini de edición limitada cuando su chofer le abrió la puerta. El auto no tardó en alejarse. Diez minutos después, el Lamborghini aminoró la marcha y entró en otro patio. Se trataba de la residencia de su médico personal, Tirso Cabrera, que también era una de las personas en las que Santiago más confiaba. Tras entregar la muestra a Tirso, Santiago se sentó en el sofá y esperó paciente el resultado. La imagen de la mujer enredada con él bajo las sábanas siete años atrás volvió a su mente. Sentía como si un fuego ardiera en su interior cuando recordaba ciertos detalles de aquella noche. Entonces se frotó rápido la punta de la nariz con sus finos dedos. Pasaron otros diez minutos antes de que Tirso, que llevaba una bata blanca, saliera y le entregara a Santiago dos resultados de análisis. —Por favor, écheles un vistazo, Señor Falcó —pronunció. Después de que Santiago se acercara para agarrarlo, sus agudos ojos recorrieron el contenido y por fin se posaron en la última frase: «Probabilidad de paternidad: 99,99%». Antes solo lo suponía. Por eso su humor solo empezó a cambiar ahora que las pruebas eran concluyentes. Tan sorprendido como estaba, también estaba perdido. Tirso también se sorprendió cuando se conocieron los resultados. Todo el mundo sabía que Santiago no tenía interés en las mujeres en general. No había escándalos sobre él con otras mujeres. Con la sensación de abstinencia e indiferencia que destilaba Santiago, ¿quién demonios había conseguido acercarse a él, incluso tener hijos suyos? —Gracias, Tirso. Santiago palmeó un poco a Tirso en el hombro y se marchó. Tirso tardó un buen rato en recobrar por fin el sentido mientras veía a Santiago marcharse. «¡Dios mío! ¡El hombre abstinente en verdad tiene hijos! ¡Esto sí que va a ser noticia!». El Lamborghini volvió a Puerto Esmeralda. Con los resultados de las pruebas en la mano, Santiago no pudo evitar recordar aquella noche de hace siete años y a la mujer de la que no sabía si tenía suerte o no. Entonces le había dejado un anillo, pero ella nunca vino a buscarlo. Esta era la única razón por la que él pensaba que ella era diferente de otras mujeres. Melinda era la única mujer que no le daba asco cuando se acercaba a su cuerpo, incluso él mismo estaba desconcertado por esta extrañeza. Pronto sacó su móvil y marcó un número antes de ordenar en voz baja: —Ayúdame a buscar a una mujer llamada Melinda Pardo que vive en Valle Dorado. Quiero toda la información que puedas conseguir sobre ella. Había llegado a aceptar el hecho de que era padre cuando iba de regreso a casa. Tras llegar a casa, lo primero que hizo fue quitar el reloj inteligente de las muñecas de los niños y sustituirlo por la última y más moderna versión. Ahora que los viejos relojes inteligentes ya no tenían señal, Melinda acudiría a ellos preocupada. De vuelta en Valle Dorado, Melinda no podía conciliar el sueño por más vueltas que daba en la cama. Ahora estaba apoyada contra las flores de cerezo, enfadada mientras destrozaba las hermosas flores rosas arrancando los pétalos uno a uno. Era como si deseara desgarrar a Santiago. No pudo evitar las lágrimas que brotaron al recordar todo el tiempo que ella y sus hijos habían pasado juntos los últimos seis años. No podía aceptar que le quitaran a sus hijos con los brazos abiertos. Antes había llamado a los niños al móvil, pero los relojes estaban apagados. Prometieron que nunca los apagarían durante más de 24 horas. Melinda ni siquiera sabía si los estaban amenazando. «¿Amenazados?». Llegó a una conclusión chocante cuando se le pasó por la cabeza la suposición: ¡Santiago no pensaba dejar que los niños volvieran aquí! —¡Fabio! —De repente, presa del pánico, salió corriendo de la casa gritando—: ¡Tengo que hacer un viaje a la ciudad! Vámonos. —¡Señorita Melinda, está siendo demasiado impulsiva! Esperemos un poco más. —¡No podemos aplazarlo más! Por impulso, se dirigió a la ciudad. Supuso que Santiago había traído a los niños a Puerto Esmeralda en lugar de su compañía. Sabía dónde vivía Santiago. Después de todo, era el padre de los niños. Sin embargo, no pudo evitar que el pánico volviera a apoderarse de ella cuando lo pensó con la cabeza más calmada. «¿Y si los niños no quieren venir conmigo? ¿O qué pasa si Santiago se niega a dejarlos ir? ¡Seguro que tiene a sus hombres en su territorio!». No podía pensar en una manera más eficaz que recuperar a sus hijos en secreto. «¡Correcto! ¡Puedo hacerlo en secreto!». ¡Iba a Puerto Esmeralda para llevarse a sus hijos a casa en secreto!
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Score 9.3
Status: Ongoing Type: Author: Artist: , Released: December 22, 2023 Native Language: Spanish

How To Read Novela Leer No te quedarás con él (Melinda y Santiago) Novela en línea 

Melinda es abusada por un Santiago pasado de copas en un evento de recaudación. Ella se va a vivir a un pueblo donde da a luz a sus dos hijos gemelos, Samuel y Pamela quienes buscan a su padre cuando crecen, pues no aguantan la burla de los demás por no conocerlo. Cuando logran conocerlo, Santiago le quita los hijos a Melinda y esta va a buscarlos en la Mansión Falcó llegando a una tregua con Santiago, la cuál consistía en casarse con él. La madre de Santiago se opone a esta relación, al igual que Mónica, la supuesta actual novia de Santiago. Santiago no puede comer alimentos sólidos por una enfermedad gastrointestinal que tiene, se alimenta de suplementos, pero se da cuenta que la comida de Melinda no le hace daño, haciendo que la busque y que todos crean que se trata de un chef internacional. Santiago empieza a enamorarse de Melinda, haciendo cosas como irracionales y fuera de lugar para todos los demás.
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No te quedarás con él - Samuel y Pamela

En la cena benéfica se reunían personas prominentes y adineradas, y las deslumbrantes linternas parpadeaban sin cesar. También se desarrollaba una acalorada batalla en una lujosa suite situada sobre el salón. —¡No! —exclamó horrorizada Melinda Pardo. Luego, una mano gigante le agarró la muñeca. Tras perder el equilibrio, fue arrojada sobre una suave cama, y un cálido cuerpo la cubrió por detrás. —¿Qué haces? Suéltame. Al darse cuenta de las intenciones del hombre, Melinda forcejeó desesperada, pero el hombre venció rápido toda su resistencia. Su cintura se levantó de repente antes de que le siguiera un dolor agudo, haciendo que el rostro de Melinda se pusiera pálido. Al sentir su resistencia, el hombre hizo una breve pausa para besar su esbelto cuello y la tranquilizó con voz ronca. —Te compensaré.
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