No te quedarás con él Capítulo 5

No te quedarás con él Capítulo 5

Capítulo 5 Papá, te echo de menos

Ambos bandos empezaron a pelear, lo que aterrorizó a Fabio. Quería detenerlos, pero temía que sus puños cayeran sobre él. El ágil guardaespaldas se centró solo en defenderse y no hizo ningún movimiento de ataque. Después de todo, Melinda era la madre de los niños y él no se atrevía a hacerle daño. —¡Santiago! ¿Estás loco? ¿Qué tienen que ver mis hijos contigo? —Melinda se puso nerviosa cuando vio a Santiago entrar en el auto—. ¿Cómo puedes llevarte a los niños? ¡Podrían estar mintiendo! ¿No deberías confirmar primero lo que dicen? De hecho, era una hábil luchadora. Como la habían obligado antes, aprendió artes marciales para defenderse después del incidente. —¡Mami! ¡Mami! —Pamela asomó la cabeza por la ventana y comenzó a llorar de terror—. No le pegues a mi mami… Samuel, por su parte, abrazó rápido a su hermana. —No te preocupes. Mami estará bien. Serán ellos los que reciban una paliza. Sin embargo, eso no detuvo los sollozos de Pamela. —No llores. Mami siempre estará ahí para nosotros. —Luego se acercó al oído de Pamela y le susurró—: Lo que tenemos que hacer ahora es verificar que es nuestro papá. El auto se puso entonces en marcha. Al ver eso, el guardaespaldas entró rápido al auto, cerró la puerta y el auto se alejó a toda velocidad justo delante de Melinda. —¡Maldita sea! —Corrió tras el auto unos pasos antes de detenerse y gritarle—. ¡Robar niños a plena luz del día! ¿Cómo puedes llamarte a ti mismo hombre? ¿Incluso tuviste que usar a tus guardaespaldas? ¡Lucha conmigo uno a uno si te atreves! «El secreto que he guardado durante siete años ha quedado al descubierto… Mi genial hijo y mi querida hija… ¡Santiago me los ha arrebatado!». Se puso en cuclillas deprimida y se abrazó las rodillas, sintiendo el corazón vacío. —¿Cómo pudo hacer algo así? ¿Qué derecho tiene? —Señorita Melinda… —Fabio se agachó para ayudar a Melinda a levantarse—. No se preocupe. No les pasará nada a Samuel y Pamela. Quizá vuelvan mañana. Sin embargo, Melinda sabía que nunca recuperaría su apacible vida. —Al fin y al cabo, los niños siempre tienen curiosidad por todo. Cuando ya no les interese, pensarán que su madre es la mejor y volverán contigo. Fabio trató de consolarla, pero eso no sirvió de nada. Lo único que Melinda quería hacer ahora era llorar. «Pamela, esa niña tímida, siempre está pegada a mí. Incluso acaba de llorar. ¿Y si está asustada? ¿Le causará problemas psicológicos?». —Señorita Melinda… —¡Silencio! ¡No necesito que me consueles! —Melinda se levantó y se dirigió a su casa—. Samuel tiene la culpa; ¡debió hablarlo conmigo al menos! ¡En verdad estaba causando problemas al hackear sus ordenadores! —Bueno, él lo discutió contigo, pero tú no estuviste de acuerdo. —Tú… —¡Perdón! Señorita Melinda, ¡no quería decir eso! Fabio sonrió mientras hablaba. Lo que ocurrió fue en realidad algo bueno. Después de todo, ¡ese era el Señor Falcó! «¡Tener un padre tan rico sería un sueño hecho realidad para mucha gente!». Melinda se dirigió directo a su habitación. —¡No entres en mi habitación! —exclamó, cerrando la puerta tras de sí. Mientras tanto, en el Lamborghini que acababa de abandonar la escena, Santiago miraba fijo a los dos niños. Con las cejas fruncidas y la voz tenue, preguntó: —¿Cómo se llama su madre? Máximo se quedó mirando sorprendido al escuchar aquello. ¿Cómo podía no saber el nombre de la mujer cuando ya tenía hijos con ella? —Mamá se llama Melinda. Melinda Pardo. Samuel sujetó el hombro de su hermana y la consoló: —No tengas miedo, Pamela. Papá no es un hombre violento. Pamela siempre había creído todo lo que Samuel decía y ahora solo contaba con él. Por eso, con lágrimas en los ojos, asintió. —¿Cuándo podré volver a ver a mamá? —preguntó con la voz ronca. —Mientras te portes bien, pronto veremos a mami. Samuel tomó entonces la palma de la mano de Pamela entre las suyas y la acarició. Santiago se dio cuenta de que la niña estaba asustada. —Tú eres Pamela, ¿verdad? Pamela solo lo miró con los labios fruncidos, y no respondió. —Ven. Dame un abrazo. Santiago le tendió la mano a Pamela, algo que nunca había hecho antes. Pamela, por su parte, lo miró con cautela. Solo cuando vio su sonrisa le tendió también la mano. Luego la cargó y la sentó sobre sus muslos. Al ver esto, Máximo se sorprendió ya que sabía que Santiago era alguien obsesionado con la limpieza. —¿Fuiste tú, Samuel, quien robó nuestra información? Samuel asintió. Luego, no pudo evitar despotricar: —¡Papá, tu sistema de seguridad es terrible! ¡Puedo piratear cualquiera de los ordenadores de tu empresa en 5 minutos! Los labios de Santiago se curvaron un poco al escuchar eso. —Pues inténtalo ahora mismo. —Quería verificar lo que Samuel había dicho. —¿Qué? —Samuel se quedó de piedra. Cuando se dio cuenta de que Santiago no bromeaba, respondió rápido—: ¡Claro! Disfrutaba demostrando su habilidad. Con eso, sacó su tableta de la bolsa y tecleó con rapidez una cadena de códigos ante los ojos de todos. Tras solo diez segundos, levantó la cabeza y dijo: —¡Listo! Tres segundos después, Santiago recibió una llamada. Cuando contestó, la persona al otro lado de la línea se apresuró a decir: —¡Señor Falcó, malas noticias! Nuestro servidor ha sido pirateado y no podemos identificar quien lo hizo. Samuel también lo escuchó. Levantó la barbilla con complacencia y volvió a bajar la cabeza para concentrarse en su tableta. Al mismo tiempo, la persona al otro lado de la línea pareció desconcertarse al exclamar: —¡Espere, nuestro sistema se ha recuperado de repente! Máximo se quedó atónito ante lo que presenciaba. «¡Qué genio! ¡Parece ser que si fue él quien robó nuestros datos de Cielo Claro!». Santiago también se sorprendió mientras colgaba el móvil. —Papá, hace tiempo que quiero piratear el servidor de tu empresa. —Samuel no intentó ocultar lo mucho que echaba de menos a Santiago—. Tenía muchas ganas de conocerte hoy, así que no pude controlarme y lo hice. Lo siento. Las repetidas alusiones de Samuel a papá le recordaron a Santiago la semilla que había plantado siete años atrás. Máximo estaba bastante seguro de que esos dos niños en verdad eran de Santiago. De lo contrario, Santiago no se los habría llevado. «La conferencia financiera internacional que preparamos durante seis meses se arruinó solo porque estos niños querían conocer a su padre. ¡Me pregunto cómo se sentirá el Señor Falcó al respecto! Pero está claro que este niño es un genio. El Señor Falcó se ha hecho con un verdadero tesoro. ¡Este viaje valió la pena!». Pamela, que había estado sentada en silencio, también abrió la boca. —Papá, yo también te echo de menos —dijo, con las lágrimas en los ojos.
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Score 9.3
Status: Ongoing Type: Author: Artist: , Released: December 22, 2023 Native Language: Spanish

How To Read Novela Leer No te quedarás con él (Melinda y Santiago) Novela en línea 

Melinda es abusada por un Santiago pasado de copas en un evento de recaudación. Ella se va a vivir a un pueblo donde da a luz a sus dos hijos gemelos, Samuel y Pamela quienes buscan a su padre cuando crecen, pues no aguantan la burla de los demás por no conocerlo. Cuando logran conocerlo, Santiago le quita los hijos a Melinda y esta va a buscarlos en la Mansión Falcó llegando a una tregua con Santiago, la cuál consistía en casarse con él. La madre de Santiago se opone a esta relación, al igual que Mónica, la supuesta actual novia de Santiago. Santiago no puede comer alimentos sólidos por una enfermedad gastrointestinal que tiene, se alimenta de suplementos, pero se da cuenta que la comida de Melinda no le hace daño, haciendo que la busque y que todos crean que se trata de un chef internacional. Santiago empieza a enamorarse de Melinda, haciendo cosas como irracionales y fuera de lugar para todos los demás.
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No te quedarás con él - Samuel y Pamela

En la cena benéfica se reunían personas prominentes y adineradas, y las deslumbrantes linternas parpadeaban sin cesar. También se desarrollaba una acalorada batalla en una lujosa suite situada sobre el salón. —¡No! —exclamó horrorizada Melinda Pardo. Luego, una mano gigante le agarró la muñeca. Tras perder el equilibrio, fue arrojada sobre una suave cama, y un cálido cuerpo la cubrió por detrás. —¿Qué haces? Suéltame. Al darse cuenta de las intenciones del hombre, Melinda forcejeó desesperada, pero el hombre venció rápido toda su resistencia. Su cintura se levantó de repente antes de que le siguiera un dolor agudo, haciendo que el rostro de Melinda se pusiera pálido. Al sentir su resistencia, el hombre hizo una breve pausa para besar su esbelto cuello y la tranquilizó con voz ronca. —Te compensaré.
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