No te quedarás con él Capítulo 4

No te quedarás con él Capítulo 4

Capítulo 4 Se lleva a los niños

Las voces de los niños llegaron hasta ellos antes de que Santiago pudiera siquiera procesar lo sucedido. Los hermanos compartían una feroz mirada protectora cuando se abalanzaron sobre él, y sacaron a Melinda de sus garras. El giro de los acontecimientos tomó a todos desprevenidos. Santiago tuvo que soltar a Melinda y retrocedió unos pasos por el impacto antes de recuperar el equilibrio. Samuel estiró los brazos y se colocó frente a Melinda. Resopló mientras miraba a Santiago. —¡Papá, para! Un hombre de verdad no le hace daño a su mujer. Pamela se lanzó a los brazos de Melinda con preocupación en su rostro. —Mami, ¿estás bien? ¿Te hizo daño? —Estoy bien. —Melinda limpió las lágrimas de Pamela. Entonces, ella forzó una sonrisa a pesar de su pánico—. No te preocupes por mí. Santiago lanzó una mirada sospechosa entre los niños y Melinda. Luego, ella frunció sus delicadas cejas. Una expresión seria se dibujó en su rostro. A Melinda le dio un vuelco el corazón cuando lo vio mirar a sus hijos. Ajena a la preocupación de su madre, Pamela miró a Santiago con los ojos llorosos. —¡Papá es malo! ¡Ya no quiero a papá! ¿Cómo pudiste lastimar a mamá? ¡Eres un tipo malo! Eres malo. No se echaba para atrás, aunque la presencia de Santiago era abrumadora. Cuanto más miraba Melinda a Santiago, más fuerte era el mal presentimiento que tenía. —¡Deja de llamarlo así! No es tu padre. —¡Tus palabras no significan nada! —Samuel se resistía a rendirse cuando Santiago estaba delante de él—. Yo digo que hagamos una prueba de ADN. ¿Qué te parece? La terquedad de su hijo la dejó sin palabras. —¡Samuel! —Mami, has cargado con todo tú sola durante siete años. Él debería compartir algunas de tus cargas a partir de ahora. —Samuel se mantuvo ecuánime. «¡No voy a dejar que papá se vaya!». La expresión solemne de Santiago se suavizó, frunció los labios en una fina línea mientras se perdía en sus pensamientos. Se hizo el silencio. —Regla doméstica número tres; un niño no debe decir mentiras. Pero mami, debería aplicarse también a los adultos. —Samuel la miró fijo—. Necesitamos saber, ¿el hombre de allí es mi padre y el de Pamela? El muro que Melinda había estado construyendo para encerrar sus sentimientos se derrumbó ante una simple pregunta. Su cuerpo se puso rígido bajo los ojos insondables de Santiago mientras escuchaba cómo la máscara que se había puesto se resquebrajaba por dentro. No se atrevía a responderle a Samuel. Santiago frunció el ceño ante su conversación. Enseguida se hizo cargo de la situación tras mirar a los rostros de los niños, que eran tan adorables como muñecos. Máximo siguió su ejemplo estudiando a los niños y descubrió que sus rasgos faciales se parecían a los de Santiago. El descubrimiento le dejó boquiabierto. «Dios mío, es una locura. No puedo creer que no supiera nada de esto hasta ahora. ¿Cómo puedo llamarme ayudante especial del Señor Falcó si no sé nada de esto?». Melinda exhaló. Cerró los ojos para evadirse de la realidad durante unos segundos. «No puede ser verdad». Temeroso de ofenderla, Samuel le rodeó la pierna con las manos. —Mamá, ¿de verdad puedes culparnos? Echamos mucho de menos a papá. —Apeló a la simpatía de su madre—. Papá nunca aparece en ningún acto entre padres e hijos en el jardín de niños. Los otros niños siempre se ríen de nosotros, dicen que nos encontraste en la calle. A Pamela le entristecieron las palabras, y las lágrimas le empañaron los ojos. Estaba indecisa sobre si aceptar o no el hecho de que Santiago era su padre. «¡Papá es un mal tipo! ¡Es grosero con mamá! ¿De verdad quiero que sea mi padre?». Al no ver ninguna posibilidad de convencer a Melinda, Samuel tiró del vestido de Pamela. —Pamela, ¿quieres que papá forme parte de nuestra familia o no? Dínoslo. Después de reflexionar un momento, Pamela se dio la vuelta y rodeó con sus manos la pierna de Melinda por el otro lado. Se pegó a su madre con la cabeza, sus ojos seguían llorosos. Melinda no tenía valor para seguir enfadada con sus hijos cuando miraba el rostro triste de Pamela. En su lugar, la ira fue sustituida por la angustia y la culpa. «Es culpa mía por la ausencia de su padre en sus vidas». Santiago recordó la noche concreta que pasó con Melinda siete años atrás. «¿Se quedó embarazada por eso? ¿Por qué no me contó algo tan importante?». Máximo intentó controlar la situación mientras susurraba: —Señor Falcó. Santiago volvió en sí y echó un vistazo a la casa de madera. «Hay una cosa más. ¿Quién robó el Proyecto Cielo Claro?». Dejó a un lado cualquier sentimiento antes de dirigirse a Melinda. Exigió una respuesta. —¿Quién más vive aquí? —Samuel, ¿qué has hecho esta vez? ¿Por qué está encendida la tableta? ¡Y nuestra localización no está apagada! ¿Y si los otros…? Fabio salió de la casa con la tableta. Se detuvo en seco al ver a un grupo de extraños. «¿Quiénes son estas personas?». —¡Papi! ¡Yo fui quien pirateó tus datos! —Samuel corrió hacia Fabio y tomó la tableta antes de volver corriendo hacia Santiago—. ¡Mamá no sabe nada de esto! Hazme responsable si quieres. Levantó la tableta por encima de su cabeza y Santiago la agarró. —Yo también soy responsable de este asunto. —Pamela se escondió detrás de Samuel y asomó la cabeza para mirar a Santiago, antes de añadir tímida—: Lo hicimos juntos. Su traición hizo que a Melinda le doliera la cabeza, así que respiró hondo para calmarse. Aunque los niños se sinceraron con él, Santiago no podía creer que pudieran hacerlo. —Papá, borré los datos después de robarlos. Te juro que no fisgoneé. —Samuel miró a Santiago con seriedad—. Solo intentaba que vinieras para que pudiéramos conocerte. Pamela permaneció en silencio mientras sus ojos redondos y oscuros se fijaban en Santiago. «Él y mamá podrían hacer buena pareja». Santiago revisó a la tableta. Como dijo Samuel, borró los datos del proyecto. Además, la tableta seguía compartiendo la ubicación del dispositivo. No podía precisar la razón, pero cuando Santiago se encontró con los ojos de Samuel, no tuvo ninguna duda en creerle. Después de todo, los ojos no mentían. El rostro del par de niños que estaban frente a él le provocó sentimientos complicados. Santiago le devolvió la tableta a Samuel, y él tuvo que usar las dos manos para agarrarla antes de volver a meterla en su mochila de patito. Santiago se agachó y agarró al niño antes de hacer un gesto a Máximo para que él lo cargara. Cargó a Pamela en brazos antes de lanzarle una mirada significativa a Melinda. —También son mis hijos. Asumiré la responsabilidad de cuidar de ellos en el futuro como deseen. Los guardaespaldas captaron la indirecta de inmediato y les abrieron la puerta. Máximo se metió rápido en el auto con Samuel en brazos. Cuando Melinda por fin reaccionó a su decisión, Santiago ya había metido a Pamela en el auto. Ella lo habría felicitado por su eficiencia si el asunto no le preocupara. —¡Oye! ¡Son mis hijos! ¡Quítales las manos de encima! Reaccionó por instinto maternal para recuperar a sus hijos, pero los guardaespaldas le cerraron el paso.
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Score 9.3
Status: Ongoing Type: Author: Artist: , Released: December 22, 2023 Native Language: Spanish

How To Read Novela Leer No te quedarás con él (Melinda y Santiago) Novela en línea 

Melinda es abusada por un Santiago pasado de copas en un evento de recaudación. Ella se va a vivir a un pueblo donde da a luz a sus dos hijos gemelos, Samuel y Pamela quienes buscan a su padre cuando crecen, pues no aguantan la burla de los demás por no conocerlo. Cuando logran conocerlo, Santiago le quita los hijos a Melinda y esta va a buscarlos en la Mansión Falcó llegando a una tregua con Santiago, la cuál consistía en casarse con él. La madre de Santiago se opone a esta relación, al igual que Mónica, la supuesta actual novia de Santiago. Santiago no puede comer alimentos sólidos por una enfermedad gastrointestinal que tiene, se alimenta de suplementos, pero se da cuenta que la comida de Melinda no le hace daño, haciendo que la busque y que todos crean que se trata de un chef internacional. Santiago empieza a enamorarse de Melinda, haciendo cosas como irracionales y fuera de lugar para todos los demás.
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No te quedarás con él - Samuel y Pamela

En la cena benéfica se reunían personas prominentes y adineradas, y las deslumbrantes linternas parpadeaban sin cesar. También se desarrollaba una acalorada batalla en una lujosa suite situada sobre el salón. —¡No! —exclamó horrorizada Melinda Pardo. Luego, una mano gigante le agarró la muñeca. Tras perder el equilibrio, fue arrojada sobre una suave cama, y un cálido cuerpo la cubrió por detrás. —¿Qué haces? Suéltame. Al darse cuenta de las intenciones del hombre, Melinda forcejeó desesperada, pero el hombre venció rápido toda su resistencia. Su cintura se levantó de repente antes de que le siguiera un dolor agudo, haciendo que el rostro de Melinda se pusiera pálido. Al sentir su resistencia, el hombre hizo una breve pausa para besar su esbelto cuello y la tranquilizó con voz ronca. —Te compensaré.
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