No te quedarás con él Capítulo 3

No te quedarás con él Capítulo 3

Capítulo 3 ¡Déjala en paz!

Melinda miró fijo a Santiago. Sus ojos se abrieron de par en par, incrédulos, como si recibieran una descarga eléctrica. «¿Qué hace Santiago aquí? ¿Viene por los niños? ¿Cómo sabe que existen?». Los recuerdos de una noche concreta, siete años atrás, volvieron a Santiago. No se dio cuenta de que fruncía el ceño cuando la miró. Al volver en sí, tenía una expresión tranquila para ocultar su pánico. Sin embargo, sus ojos acerados estaban fijos en su rostro. Podía ver su reflejo en sus ojos, que parecían irreales. Bajo su mirada, el corazón le latía con fuerza contra el pecho. Hizo todo lo posible por calmarse. Mientras tanto, los ojos de Santiago seguían clavados en ella. «Tez de porcelana, resalta a la perfección sus delicados rasgos faciales y su cabello negro. El cabello le llega hasta la cintura y es tan suave como la seda. Vestido largo beige. Tan pura como siempre». Ella desvía la mirada a propósito, pero él la reconoce a primera vista. «Ella no ha cambiado nada». Recordó aquella intima noche que pasaron despiertos, hasta que por fin se marchó a las seis de la mañana. Antes de marcharse, miró bien su rostro a la luz de la mañana. Nada empañaba su rostro delicado y puro, y todo el mundo podía reconocerla a primera vista, y más Santiago. Era comprensible que desde entonces no pudiera quitarse su rostro de la cabeza. Santiago tenía muchas preguntas en mente. «¿Qué quiere de mí? ¿Qué sentido tiene atraerme hasta aquí después de haberse escondido con el anillo durante siete años?». El silencio inquietó a Máximo, no podía entender lo que Santiago tenía en mente. Después de todo, Santiago era conocido por rechazar a las mujeres que se le echaban encima, pero estaba haciendo una excepción con Melinda. Mirando fijo a Melinda, Santiago sintió un atisbo de duda en su interior, pero sus ojos permanecieron inquebrantables. Después de todo, había ido demasiado lejos al robar el Proyecto Cielo Claro. Era el sustento del Grupo Falcó. Los ojos de Melinda huyeron de él. Apretando los dientes, giró sobre sus talones e intentó escapar. Sin embargo, él fue más rápido. Dando un paso a un lado, la agarró de la muñeca y la arrastró hacia atrás. La fuerza la hizo girar y al segundo siguiente se encontró en sus brazos. El leve olor de su colonia le llegó a la nariz. «Es refrescante». Ella le lanzó una sonrisa genuina. —Señor, se equivoca de persona. Máximo se limitió quedarse boquiabierto ante semejante escena. Santiago frunció el ceño ante sus palabras, pero sus ojos no se apartaron de su rostro. Melinda tenía tantos problemas para contener su nerviosismo que sus ojos se apartaban de los de él. Consiguió calmarse después de esforzarse tanto. No podía arriesgarse a cometer el mismo error de siete años atrás. Después de todo, aquella noche perdió la virginidad con Santiago y al final dio a luz a sus dos hijos. «Por suerte, los niños fueron a casa de Belén. No volverán a casa antes». Por lo tanto, dio unos pasos atrás, pero él no pensaba dejarla marchar. Su mano se apretó alrededor de su muñeca cuando notó su intento de escapar. Levantando la cabeza, lo miró con sus ojos oscuros y brillantes antes de fingir ignorancia. —¿Me conoces? Sus ojos fríos y acerados se quedaron clavados en ella. Su belleza de otro mundo lo hipnotizó por un momento. Los ojos oscuros que lo miraban y la piel suave bajo su tacto; todo le traía recuerdos a la mente. En ese momento, se dio cuenta de que anhelaba esa visión y esa sensación. —¡Suéltame! Podemos hablar. Melinda intentó soltarle los dedos, pero él ejerció mucha presión alrededor de su muñeca. De inmediato dio un grito de dolor y detuvo el intento. Apartando la mirada de su rostro, desvió los ojos hacia la casa de madera y preguntó con voz magnética: —¿Quién más vive aquí? Aunque tenía curiosidad por averiguar la respuesta, recordó el objetivo de su viaje. Dudaba que Melinda fuera la persona que estaba detrás de la filtración de datos. —Vivo sola. Intentó mantener la calma. No sabía que fue su hijo Samuel quien provocó que Santiago se presentara en su puerta. Santiago retiró la mirada y se volvió para mirarla con ojos penetrantes. La sonrisa de su rostro se congeló, pero preguntó paciente: —¿En qué puedo ayudarlo, señor? Frunció las cejas en señal de agonía cuando el dolor alrededor de su muñeca aumentó. «¡Me duele!». Tomando la tableta de Máximo, Santiago le mostró la pantalla. El corazón le dio un vuelco cuando vio que un punto rojo se superponía a su casa en el mapa, pero el dolor ya no le importaba. Estudió su rostro con detenimiento, tratando de encontrar respuestas a partir de su expresión. —¿Qué es esto? Fingiendo ignorancia, ella lo miró. Santiago volvió a poner la tableta en manos de Máximo. —Supongo que eres la persona que pirateó el sistema de mi empresa y robó los datos del Proyecto Cielo Claro. Le soltó la muñeca. Metiéndose las manos en los bolsillos, la evaluó. «¿Qué quiere decir con eso de entrar en el sistema de su empresa y robar los datos del Proyecto Cielo Claro?». Las preguntas se agolpaban en su mente ante la afirmación de Samuel, hasta que cayó en la cuenta un poco tarde. «Dios mío, Samuel. ¿En qué problema me has metido?». Él interpretó el cambio de expresión de ella como una admisión tácita de sus actos. Una mirada gélida ensombreció su rostro. —¿Dónde está? Devuélvemelo ya. Su voz denotaba ira, y ella no pudo evitar estremecerse al escuchar la amenaza que subyacía bajo su tono. —¡Un momento! ¡No tengo ni idea de lo que quieres decir! —Melinda agitó las manos, negando su responsabilidad en este asunto—. No tengo nada que ver con el pirateo o el robo de datos. Debe de ser un malentendido. La sombra se posó en su expresión. —Tengo claro que dejaste rastros que terminaron conduciéndome hasta ti a propósito. —¡No lo hice! —replicó ella, con la inocencia escrita en el rostro—. ¡Lo juro! No sé nada de esto. —Te he dado la oportunidad de confesar. —Él entrecerró los ojos. En ese momento, la presión a su alrededor cayó. Su presencia dominante abrumó a la gente a su alrededor. Lo único que podía esperar era que sus hijos no se vieran implicados. Santiago dio un paso adelante y la agarró de la muñeca, usó tanta fuerza que casi la levantó en el aire. —¡Cuidado! —Ella jadeó de dolor, pero se acordó de bajar la voz para no llamar la atención de sus vecinos—. Suéltame. Sin embargo, él se negó a mostrar compasión por ella. —Devuélvemelo. —Yo no… ¡Ay! En ese momento, los niños, que se habían escondido en algún lugar para espiar a la pareja, se lanzaron sobre los adultos como una bala de cañón. —¡Papá! ¡Suelta a mami! —El niño tomó la delantera y cargó hacia delante—. ¡No le hagas daño! Mientras tanto, la niña empezó a llorar ante el arrebato de Santiago. —¿Cómo pudiste intimidar a mamá? Eres un mal hombre.
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Score 9.3
Status: Ongoing Type: Author: Artist: , Released: December 22, 2023 Native Language: Spanish

How To Read Novela Leer No te quedarás con él (Melinda y Santiago) Novela en línea 

Melinda es abusada por un Santiago pasado de copas en un evento de recaudación. Ella se va a vivir a un pueblo donde da a luz a sus dos hijos gemelos, Samuel y Pamela quienes buscan a su padre cuando crecen, pues no aguantan la burla de los demás por no conocerlo. Cuando logran conocerlo, Santiago le quita los hijos a Melinda y esta va a buscarlos en la Mansión Falcó llegando a una tregua con Santiago, la cuál consistía en casarse con él. La madre de Santiago se opone a esta relación, al igual que Mónica, la supuesta actual novia de Santiago. Santiago no puede comer alimentos sólidos por una enfermedad gastrointestinal que tiene, se alimenta de suplementos, pero se da cuenta que la comida de Melinda no le hace daño, haciendo que la busque y que todos crean que se trata de un chef internacional. Santiago empieza a enamorarse de Melinda, haciendo cosas como irracionales y fuera de lugar para todos los demás.
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No te quedarás con él - Samuel y Pamela

En la cena benéfica se reunían personas prominentes y adineradas, y las deslumbrantes linternas parpadeaban sin cesar. También se desarrollaba una acalorada batalla en una lujosa suite situada sobre el salón. —¡No! —exclamó horrorizada Melinda Pardo. Luego, una mano gigante le agarró la muñeca. Tras perder el equilibrio, fue arrojada sobre una suave cama, y un cálido cuerpo la cubrió por detrás. —¿Qué haces? Suéltame. Al darse cuenta de las intenciones del hombre, Melinda forcejeó desesperada, pero el hombre venció rápido toda su resistencia. Su cintura se levantó de repente antes de que le siguiera un dolor agudo, haciendo que el rostro de Melinda se pusiera pálido. Al sentir su resistencia, el hombre hizo una breve pausa para besar su esbelto cuello y la tranquilizó con voz ronca. —Te compensaré.
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