Capítulo 50 Santiago y él
Marcelo se rehusó a hacer cualquier cosa, así que Monica metió la mano en su bolsillo con rapidez. Sorprendido, Marcelo dijo:
-Oye, no invadas mi espacio personal.
Mónica sacó su móvil y dio un paso hacia atrás, luego lo miró con frialdad.
-No escucha te? Alguien tiene que pagar tu fianza para salir. O quieres quedarte aqui para siempre?
-Estás aquí tú, ¿no?-resopló Marcelo. No lo llames.
Mónica le pasó el móvil y le dijo impetuosa:
-Desbloquealo.
-No quiero verlo.
-Estoy segura de que el sentimiento es mutuo de su lado-comentó Mónica. Ahora, desbloquéalo,
Marcelo se quedó sin palabras, pero lo desbloqueó. Mónica llamó al número de Santiago sin siquiera buscar en sus contactos. Santiago seguia en el parque de diversiones con Melinda. En el momento en el que Melinda se terminó su fruta acaramelada, él le consiguió un algodón de
azucar.
Toma-dijo él casi como un robot al pasarselo.
Los ojos de Melinda se abrieron.
-¿Algodón de azúcar después de fruta acaramelada? Puedo sentir la diabetes llegar.
-Entonces, ino quieres? -preguntó Santiago.
-Estoy llena.
-Oye, fuiste tú quien dijo que el preguntarte antes de comprarte algo arruinaba la experiencia. Hice lo que se me pidió, y ahora estás desperdiciando comida?
-Ay, rayos
-Eres tan mezquino.
En ese momento, el móvil de Santiago sono. Sostuvo el algodón de azúcar con una mano y el móvil con la otra. Cuando vio quién llamaba, se congeló por unos momentos; Marcelo jamás le llamaria. Curiosa, Melinda lo miró.
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-¿Y bien? Contesta.
El tomó la llamada y cuando se le dijo lo que había pasado, respondió:
-Voy en camino. -Esa era la primera vez que le hablaba con un tono agradable a Monida en años. Neutral, pero era el tono más amable que había usado. Colgó y dijo: Esto trae nuestro viaje a su fin. Tengo que ir a la estación de policia. Isaac te llevará a casa.
-Espera, ¿por qué? -Melinda soltó-, Yo iré también.
-Tal vez me malentienda.
-No es que me preocupes tú, es solo que… Hay muchas personas aqui, por lo que conseguir un taxi debe de ser dificil. No puedes llevarme a casa primero, o sería una gran pérdida de tiempo.
Santiago camino rápido hacia su Lamborghini.
-Está bien. Puedes venir-
Melinda lo siguió, preguntándose qué era lo que lo ponía tan ansioso. Rápido, se metió al auto e Isaac arrancó. Melinda no hizo ninguna pregunta. Santiago parecia como que podria matar a alguien y la temperatura alrededor de ellos pareció haber bajado un par de grados. Sin embargo, él seguía con el algodón de azúcar en la mano. Era gracioso y aterrador al mismo tiempo.
-Tal vez se le olvidó que lo está agarrando. Debe de estar muy preocupado».
Un ceño se formó en la frente de Santiago, la mirada en sus ojos se volvió oscura. Llegaron a la estación de policia y Santiago se bajó del auto antes de que Isaac pudiera abrirle la puerta. Melinda lo siguió de prisa. Santiago llegó a la sala de espera con el algodón de azúcar todavia en su mano. Mónica estaba feliz de ver a Santiago, pero su humor se amargó cuando vio a Melinda.
¿Por qué está ella aquí?.
Santiago estaba mirando a Marcelo, pero Marcelo evitó su mirada. Aunque estaba herido, seguia siendo arrogante.
-Ah, algo está mal-.
Pensó Melinda, y entonces Santiago entró a la sala de interrogación. El silencio cayó sobre los demás. Mónica miró a Melinda, quien retiró su mirada y comenzó a ver videos en su móvil. Habia emociones conflictivas dentro de Mónica.
-Ella de yerdad es importante para él, ¿ch?-,
Santiago regresó un momento después, y miró a Marcelo de forma oscura.
-No quise llamarte, Mónica lo hizo -dijo el chico con desden, todavía rehusándose a mirar a Santiago.
Una tormenta se preparaba en los ojos de Santiago. Temiendo su ira, Mónica habló de inmediato:
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-Calmate, Santiago. No es su culpa, es de ese hombre. El solo estaba tratando de ayudar. Yo estuve ahi, yo lo vi
Santiago seguia observando a Marcelo. Su rostro estaba hinchado, y el pañuelo que sostenía estaba lleno de sangre. A pesar del intento de Marcelo de verse arrogante, seguia viéndose de peor apariencia. Por supuesto, había perdido la pelea.
-Santiago…
Mónica no queria que se pelearan. Ella solo fue quien hizo la llamada, después de todo.
-Eres una vergüenza. Ni siquiera puedes ganar una pelea, ich? -dijo Santiago con frialdad.
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