Capítulo 44 Juntarlos.
Santiago no lo pensó mucho.
Una vez que termine mi trabajo hoy, tendré tiempo para ir al parque de diversiones mañana,
Mónica seguía trabajando. La oficina seguía encendida y conforme la noche caia, los diseñadores
comenzaron a irse.
-Ya me voy, Señorita Garduño.
-Aun trabajando, Señorita Garduño?
-Nos vemos. Señorita Garduño.
-Adiós, Señorita Garduño.
Y entonces, solo quedó Mónica en la oficina. Lidia entró sosteniendo unos documentos y se sorprendió al ver a Mónica todavía ahí.
-Señorita Garduño, ¿volverá a quedarse toda la noche?
-No tengo tiempo. No quiero desperdiciar mi tiempo haciendo nada inútil.
Siguió dibujando. Estaba de buen humor gracias a que Tirso le dijo que la condición de Santiago estaba mejorando.
-Pero necesita descansar. -Lidia parecia preocupada-¿Y si arruina su cuerpo?
-Deberias irte ahora. -Mónica la miró. No me iré a casa. No tengo sueño.
-Se va a enfermar a este ritmo.
Mónica sonrió.
-Ay, estás exagerando. Me he estado durmiendo tarde por años. Estoy acostumbrada.
Sebastián estaba en el estudio, revisando conjuntos de datos en su computadora. La mirada en sus ojos era fría y despiadada, el aire alrededor de él estaba tenso. Gael estaba abajo y se acercó a los niños, susurrando:
-Joven Samuel, Joven Pamela, necesito su ayuda.
Por supuesto, Señor Suárez.
Gael’se acercó más y les susurró algo al oido. Los niños escucharon con atención y luego
asintieron.
-Vamos
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Samuel se llevó a Pamela arriba y encontró a Melinda en la habitación del guardarropa.
-Papi ha estado trabajando mucho en estos días. Incluso se le olvidó cenar, mami. -Samuel sostuvo la mano de Melinda, alzando la mirada hacia ella. Entonces, le pidió con dulzura-: ¿Puedes preparar algo para él?
Pamela dijo:
-Sí, mami. Por favor. No tomará mucho tiempo. Lo harás, ¿verdad?
-Parecen preocuparse mucho por él-comentó Melinda, observando a los niños. Lo haré,
Digo, al final si quiero que piensen mejor de mi».
Los niños dieron un salto de alegria. El ver a Melinda entrar a la cocina llenó a Gael de felicidad. Melinda preparó algo y se giro, luego vio a Gael parado en la entrada de la cocina.
-Gracias, señora -dijo.
-Bien. Puedes llevárselo -respondió Melinda con calma-. Y no es probléma.
-Por supuesto,
Gael tomó la comida con cuidado y le dio una mirada de agradecimiento. Entonces, se fue. Melinda se disoció un poco. Recordó la herida en la espalda de Sebastián.
Es una herida grande. Pensé que debió de haberla revisado. ¿Por qué está tan arrugada?
Sonia y Gael eran los únicos que de verdad querían a Santiago, pensò.
Ni siquiera a su madre le importa. Todos lo ven como un dios, como algo perfecto. Ni siquiera tiene amigos de verdad.
-Mami, ven aquí. Tenemos unos secretos que contarte.
Los niños hablaron, sacándola de su ensimismamiento. La guiaron fuera de la cocina y ella preguntó:
-¿Qué pasa esta vez? Parecen tener muchos secretos.
Gael tocó a la puerta del estudio.
-Entra..
Santiago alzó la mirada, sorprendido de ver a Gael entrar con un plato de comida.
-Señor, la señora preparó esto para usted. Le preocupa que esté trabajando demasiado. Coma mientras siga caliente.
-¿Ella lo preparo?».
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Su mirada aguda se derritió un poco, y un aire cálido llenó su corazón. El mayordomo colocó el plato de comida sobre el escritorio de Santiago, y sonrió.
-La señora se preocupa por usted, señor..
Por alguna razón, Santiago se sintió mucho mejor.
-Ya veo, Gracias,