Capítulo 37 Descubrió su secreto
Melinda, Samuel y Pamela fueron a dar un paseo por el jardín y los niños contaron cómo había sido su dia en la guarderia. Después de llevar a los niños a su habitación, Melinda les contó un cuento y por fin pudo dormirlos. Al verlos acostados y tranquilos en la cama, su corazón se llenó de una alegria indescriptible. Habían sonreido mucho más desde que se reunieron con su padre. Melinda tuvo que respirar hondo mientras se dirigia al dormitorio principal, era el único lugar donde podria pasar la noche.
No puedo creer que no haya habitación de invitados en una casa tan enorme como esta. Bueno, pensandolo bien, no es tan sorprendente. ¿Quién tendría el honor de pasar la noche aquí?».
Tras detenerse en la puerta durante un buen rato, Melinda la empujó, pero la visión del atractivo hombre que tenia delante casi la cegó. Encerraron sus miradas y ella pudo ver la leve sonrisa de su rostro y el brillo de sus ojos que parecian desprender una inexplicable sensación de dulzura. Era la primera vez que Melinda veia asi a Santiago. Sintió como si estuviera alucinando.
Santiago alargó la mano y Melinda se encogió rápido a un lado, pero él se limitó a cerrar la puerta tras ella. Pensó que iba a abrazarla, Acababa de ducharse y olía un poco a su crema de ducha, y se habia puesto un pijama blanco de seda. Melinda sintió como si el aroma de sú testosterona flotara en el aire. Estaban solos en el interior del dormitorio barroco de Santiago, con una gran cama cubierta de sábanas blancas frente a ellos…
Melinda tenia demasiado miedo como para dejar que su mente siguiera esa linea de pensamiento. Santiago le tendió la mano una vez más, ella dio un paso atrás y acabó apoyada contra la pared. Su mano pasó rozando su oreja y también se apoyó contra la pared. Quedó atrapada entre él y la pared. El corazón le dio un vuelco mientras lo miraba con ojos. sorprendidos.
-¿Qué estás haciendo?
Su ritmo cardiaco se había disparado. Santiago le rodeó la cintura con un brazo. La miraba con ojos oscuros y melancólicos.
-Te deseo esta noche.
No se anduvo con rodeos. Los ojos de Melinda se llenaron de asombro, Para él, sus ojos parecían charcos de agua cristalina, y no pudo evitar hundirse en ellos.
-No estamos enamorados, solo fingimos ser una pareja casada. ¿Puedes no obligarme a hacer esto? suplicó Melinda en voz baja.
Su resistencia era demasiado buena, aún no se había recuperado.
-No olvides quien eres. A los ojos de la ley, sigues siendo mi esposa. -El atisbo de dulzura desapareció de la expresión de Santiago y continuó en tono de advertencia-: Si me rechazas, compraré Valle Dorado para urbanizarlo y echaré a todos los residentes. Se quedarán sin hogar.
-¡Vaya, tú!
1/2
Melinda lo miró furiosa. El solo sonrió y apretó sus labios contra los de ella y apagó las luces. mientras estaba en ello, Melinda queria protestar, pero tenia miedo de enfadarlo. No creia que estuviera bromeando, era un hombre de palabra. Después de todo, era Santiago Falcó, el hombre al que nadie se atrevia a ofender en Ciudad del Valle.
Santiago recordó la forma en que Melinda y Fabio habían estado tan compenetrados cuando los vio en la casa de madera. Recordó el desdén en los ojos de Fabio cuando éste lo miro, ¡y su corazón se llenó de tanto descontento que mordió los labios de Melinda! Ella jadeo de dolor,
-¿Te has vuelto loco?-Lucho por zafarse de él.
-Asi es. Me he vuelto loco.
Santiago se sintió abrumado por el deseo de someterla. Habia encontrado su punto débil: iLos
reside de Valle Dorado! Iba a asegurarse de tenerla bajo su dominio.
-Devuélveme el beso!
La voz de Santiago era grave e imperiosa.
Lo habrá hecho antes con Fabio?.
Melinda cerró los ojos, se sentia incómoda y reacia a la vez mientras intentaba responder a su beso. Cayeron sobre la gran cama, a ella le dolia tanto que se agarró a su cintura. Su mano se deslizó hacia abajo y rozó por accidente la cicatriz de su espalda, se sorprendió un poco por la aspereza. siguió dándole besos hasta que su mente se quedó en blanco, no pensaba en otra cosa. Sin embargo, el recuerdo de lo que Oscar había dicho flotó en su mente.
-¿Es ésa la cicatriz que se hizo cuando se lanzó al fuego para salvar a su madre?»,
Melinda quiso palparla de nuevo para determinar si era o no una cicatriz de quemadura. Sin embargo, Santiago la agarró de la mano errante y la besó aún más fuerte.
2/2