Capítulo 36 Duro y peleonero
Melinda se rio disimulada y preguntó:
-¿Has venido solo para preguntarme eso?
Santiago volteó con altanería. Su expresión era fria.
-¿Vas a volver o no?
-No.-Mintió Melinda-, ¿No lo has visto? El Señor Leiva se lesionó el tendón. Tendré que ver cómo está mañana. Además, como lider de la comunidad de Valle Dorado, mañana tengo que ocuparme del tema de la seguridad. También tengo que dar una lección a esos niños traviesos.
-Samuel se peleó hoy en el colegio-informó Santiago con voz sombría.
-¿Qué?! ¿Fue grave?
Melinda se sobresaltó y se puso ansiosa. El no respondió, solo la miró y disfrutó de la expresión de su rostro. Estaba tan frenética que lo agarró del brazo.
-¡Vamos! ¿Por qué te quedas ahi parado? ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Estaba tentada a romperle la cabeza. Melinda sacó a Santiago a rastras y lo metió en el auto. Fabio se quedó en la puerta con expresión vacilante. Pronto, el auto arrancó en dirección a la ciudad. Los Lamborghini eran conocidos por su velocidad, pero, aun así, Melinda descó que el auto pudiera volar Su cabeza estaba llena de preocupación por los niños.
-¿Por qué se peleo? ¿Con quién se peleo? ¿Está herido? ¿Por qué no me lo dijiste antes? Debiste llamarme y contarmelo. -Melinda estaba aterrorizada-. Hubiera ido yo misma!
-El me llamó y fui a su colegio a arreglar las cosas.
¿Tuvo que arreglar las cosas en el colegio? Eso significa que fue algo muy serio-.
Melinda frunció el ceño mientras la preocupación teñia su expresión. Estaba fuera de sí.
-¿Fue grave? ¿Está herido?
Santiago no respondió, sus ojos oscuros permanecían ilegibles. Veinte minutos después, el Lamborghini se detuvo frente a la casa de Puerto Esmeralda. Melinda salió corriendo del auto y corrió hacia la estancia. Mientras tanto, Samuel estaba en la sala de estar tomando el sol que entraba por la ventana mientras comía un plato de fruta y le contaba alegre todo el incidente a Gael. Le contó con todo detalle cómo Santiago lo había defendido. Hablaba tan animado que su voz se escuchaba a varias habitaciones de distancia.
-¡Samuel!
El pequeño se dio la vuelta y sus ojos brillaron.
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-¡Has vuelto, mami!
Saltó del sofá y corrió hacia Melinda emocionado, luego la tomó de la mano y tiró de ella hacia la mesita.
-Mami, hoy un chico llamado Jacobo Huerta estuvo molestando a Pamela en el colegio, así que le di una lección! No tienes ni idea de lo arrogante que era…
Melinda se quedó sin habla al comprobar que su hijo estaba ileso. Es más, ise estaba deleitando con su victoria! Había corrido hacia allí presa del pánico, con el corazón a mil por hora. Cuando miró a Santiago, lo vio de pie junto a la puerta, con las manos en los bolsillos y una mirada de completa inocencia. Antes de que pudiera interrogarlo, Santiago dijo:
Se ha peleado. Fui a la guarderia para arreglarlo todo.
Era como si intentara recalcar que no mentia. Melinda lo fulminó con la mirada. Santiago retiró la mirada y subió las escaleras con expresión relajada, podía sentir su aguda mirada sobre él todavia. Sus labios se curvaron al sentir una inexplicable sensación de alegria/
-¿Qué pasa, mamá?
Melinda se sobresaltó. Agarró a Sainuel con una mano y abrazó a Pamela con la otra.
-Menos mal que están bien..
Samuel puso a Melinda al corriente de todo el incidente antes de decir asombrado:
-¡Papá estuvo tan genial! ¡Dijo que no había venido al colegio a intentar razonar con nadie y que estaba allí para defender a sus hijos!
El enfado de Melinda se disipó un poco al escucharlo. Acarició las cabezas de los niños y declaró:
-Pase lo que pase, tienen que recordar siempre que deben ser valientes. Si alguien los acosa en el colegio, no pueden quedarse de brazos cruzados. Si pasa una vez, volverá a pasar.
Los niños asintieron en señal de comprensión.
-¡Si, mamá!
-Si alguien los ataca primero, deben tomar represalias-instruyó Melinda-. Pero deben recordar que no deben causarles una herida mortal. Tengan cuidado y no se pasen, ivale?
-No te preocupes, mami. Aún recuerdo todo lo que me dijiste.
Gael había estado de pie al lado todo el tiempo, y después de escuchar todo el intercambio, ise quedó asombrado de lo dura y luchadora que era Melinda!
-¿Alguien más educa a sus hijos de la misma manera?».
Mientras tanto, en un cuarto de baño que ocupaba más de mil metros cuadrados en el piso de
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arriba. Las empleadas domésticas llenaron la bañera y colgaron un albornoz limpio antes de retirarse haciendo una reverencia.
Santiago estaba de pie frente a la ventana del suelo al techo del baño con un vaso de vino tinto en la mano. Sorbió el vino mientras disfrutaba de la vista de la puesta de sol. Permaneció erguido e inmóvil mientras su mente volvia a la imagen de Melinda cocinando para él. Por fin, empezó a darse cuenta de que ella se había abierto camino en su vida….
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