Capítulo 34 Santiago llamó a la puerta
Santiago dejó la taza con restos de café sobre la mesita y salió de su despacho. Se encontró con Máximo en el ascensor y le informó
-Estoy afuera del trabajo. Si pasa algo, ocupate de ello por mi.
Máximo vio cómo el hombre entraba en el ascensor. Las puertas se cerraron y el número de planta del panel disminuyó.
-¿Qué le ha pasado a nuestro director general? Ha estado actuando raro desde que volvió del jardin de niños».
De vuelta a casa, Santiago perdió la concentración en el asiento trasero del auto. Miraba el paisaje volando por la ventanilla, y nadie sabía en qué estaba pensando. Al final se serenó cuando el Lamborghini paró en la entrada de su residencia de Puerto Esmeralda. Salió del auto y entró a la estancia, pero no encontró a Melinda por ninguna parte. Aun asi, parecia tranquilo y sereno. Mientras tanto, Samuel y Pamela estaban en casa y le contaban cuentos a Sonia en la estancia.
-Papi!-Los niños estaban emocionados de verlo. Hoy no trabajas hasta tarde?
Sus rostros estaban llenos de sonrisas..
-Hoy no. -Recorrió su entorno y posó sus ojos en Gael-. ¿Dónde está Melinda?
-La señora se fue a Valle Dorado..
Le molestó un poco la respuesta. Eso significaria que esa noche no habría cena casera de Melinda, y sin embargo él volvia pronto a casa porque echaba de menos su comida. Fue al estudio de arriba, pero no consiguió concentrarse en el trabajo mientras su estómago gruñía, exigiendo una comida sencilla pero
abundante.
Valle Dorado estaba lleno de girasoles en flor, el paisaje al atardecer era muy relajante. En una serena y tranquila casa de madera, Melinda estaba sentada en un taburete mientras cosia paciente la herida de un aldeano llamado Oscar Leiva. Se apoyaba en la silla, y debajo de ella había una palangana llena de bastoncillos de algodón manchados de sangre. Fabio le entregó las herramientas que necesitaba mientras los dos trabajaban juntos a la perfección.
-¿Le duele?
un poco más.
preguntó en voz baja mientras cosia las heridas de Oscar-, Señor Leiva, aguante
El nego con la cabeza y forzó una sonrisa.
-No siento dolor en absoluto después de que me pusiste la medicina. Antes de que llegaras, casi me moria de dolor. Gracias, lider de nuestra comunidad.
-De nada. -Le curó la herida con cuidado-. También deberias reunir a los niños en una
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reunión y advertirles de que no tiren botellas de vidrio y objetos similares al barranco del desague. Mira qué profundo es el corte, el cristal casi te corta el tendón.
-Te casaste con una familia rica, ¿verdad? -preguntó con preocupación.
Ella lo miró.
-¿Por qué te preocupas por mi ahora? -Volvió a coser-. No creas en las habladurias, no es
verdad.
Sintió que se le hundía el corazón.
-¿Te obligó a casarte?
-No.
-¿Es bueno con Samuel y Pamela? ¿Te sientes cómoda viviendo con él? ¿Tiene tendencias agresivas? -La bombardeó con preguntas. Escuché que es un hombre de negocios despiadado que no mira a las mujeres. Eso suena anormal.
Fabio seco el sudor de la frente de Melinda con una toalla.
-No, él no es como lo describen. Es bastante normal. -Envolvió con suavidad la herida con vendas. Ya está. No expongas la herida al agua durante dos semanas. Por ahora deberias descansar y recuperarte, deja de pensar en el trabajo.
Levantó la vista despreocupada, pero se quedó helada al ver a Santiago en la entrada. Podía sentir su irritación por la mirada gélida de sus ojos.
“Esto parece surrealista».
Oscar también miró a Santiago con incredulidad. El hombre se presentó después de que hablaron de él, pero ¿por qué iba a aparecer en el pueblo un caballero de la talla de Santiago?
-¿Se trata de una ilusión mía?..
Estaba estupefacto. Fabio estaba también estupefacto mientras miraba perplejo a Santiago. De pie ante la puerta, el hombre tenía un aire poco amistoso a su alrededor. Tenia ojos profundos y rasgos cincelados; tampoco se sabia cómo ni cuándo había llegado. Melinda se recompuso y le dijo a Fabio:
-Lleva al Señor Leiva a casa.
-Claro.
Fabio miró a Santiago un par de veces. El hombre le caia mal por haberse llevado a Samuel, at Pamela e incluso a su mentora, Melinda. Mientras salía por la puerta con Oscar a cuestas, ella le hizo algunos recordatorios. Santiago retrocedió para darles espacio a Fabio y Oscar en su salida Una vez que los demás se fueron, se quedó a solas con Melinda.
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