Capítulo 23 Su postural
Jenifer les dijo que se divorciaran antes de saludarla. Melinda se dio cuenta al instante de la situación en la que se encontraba. En lugar de responder, volteó para mirar al sedado hombre que estaba a su lado.
-No lo mires-dijo Jenifer con severidad-, Mi hijo y Mónica son una pareja perfecta. No tengo ni idea de cómo quedaste embarazada de él. Diablos, ni siquiera sé si son sus hijos. Sin embargo, no reconoceré que formen parte de mi familia. Criaremos a los niños y te daremos algo de dinero como compensación.
Como Santiago guardo silencio, Melinda no pudo saber qué pensaba.
-Esa decisión no me corresponde a mi -replicó ella-. Depende de tu hijo, Después de todo, él insistió en casarse conmigo.
Jenifer se disgusto, pues la mujer más joven no la tenia en cuenta.
-Estoy preguntando por tu postura, no por la suya!
-Mamá, el matrimonio no es un juego. A pesar de la calma en la voz de Santiago, sonabal autoritario-. Lo he pensado seriamente antes de decidir casarme con ella. La he traído aqui a verte solo para que sepas que nunca me casaré con Mónica.
iSantiagol-Jenifer estaba agitada y la incredulidad se reflejaba en su rostro. ¡No puedes casarte con cualquier mujer porque no amas a Mónica!
No es cualquier mujer-recalcó Santiago-: Es la madre de mis hijos. Nadie es más adecuada para ser mi esposa.
Mientras la furia aumentaba en su interior, Jenifer se sujeto el pecho con una mano. Al ver eso, Estefania apoyó rápido su peso. Santiago se inclinó ante su madre y abandonó el lugar con Melinda. Melinda, preocupada giró la cabeza para mirar, pero Santiago se mantuvo inamovible. De camino a casa, Melinda iba sentada junto al hombre mientras recordaba el incidente anterior.
.Va en contra de su madre. ¿Se casó conmigo a toda prisa solo porque no quiere a Monica? Eso es ridiculo-.
El Lamborghini se detuvo frente a Puerto Esmeralda. Tras bajarse del auto, Santiago se dirigió directo a la casa. Para cuando Melinda salió del auto, el hombre estaba a punto de entrar a la estancia. Subió las escaleras y se infundió solución nutritiva en las venas antes de dirigirse al estudio. Durante la cena, Melinda estuvo con los niños.
-¡El robot que me ha regalado papá es divertido e inteligente! Además, tiene una voz tan bonita. -Samuel seguia entusiasmado con su nuevo juguete-. Mami, también es un compañero muy bucío. Esta noche dormiré con él.
El mio es rosa, a mi también me encanta. -Pamela sonrió timida-. El Señor Suárez me dijo que papá te regaló unas rosas. ¿Se ha enamorado de ti, mami?
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-¿No es natural que mami y papi estén enamorados?-refutó Samuel-. Después de todo, nuestra mami es tan guapa.
Melinda miró a los niños con una sonrisa.
-Deja de hablar y cena..
—¿La abuela fue feroz?
-¡He dicho que dejen de hablar y cenen!
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Mientras tanto, en el estudio de arriba reinaba el silencio. Santiago estaba sentado junto al escritorio mientras sus huesudos dedos volaban por el teclado. El juego de joyas para que realeza de Brundela celebrara el Año Nuevo era el proyecto clave del Grupo Falcó para cl mes siguiente. Tenía que planificarlo y celebrar una reunión lo antes posible para poder delegar el trabajo en el departamento de diseño. La joyería Falcó no tenia rival en el sector, aunque seguían teniendo un fuerte oponente, el Grupo R-Alan. Solo habían conseguido superar a la empresa rival en los últimos años.
Después de cenar, Melinda contó varios cuentos a los niños. Sonia ayudó a los niños a asearse antes de que Melinda los llevara a dormir. Cuando entró en el dormitorió a las diez de la noche, se dio cuenta de que Santiago no estaba. Después de pensarlo un poco, se dirigió al estudio. Todo estaba en silencio y no se escuchaba ningún ruido en el estudio.
Apretó la oreja contra la puerta para averiguar qué pasaba adentro. Para su sorpresa, la puerta no estaba bien cerrada. Al instante siguiente, perdió el equilibrio y chocó contra el firme pecho del hombre, al mismo tiempo le rodeó la cintura con los brazos. Santiago miró a la mujer abrazada y separó los labios: Melinda se enderezó rápido y lo miró, avergonzada. Por un momento, no supo qué decir.
-No estaba espiando ni echando un vistazo. Solo… solo…
Santiago ignoró la expresión avergonzada de la mujer y pasó de largo, sin intención de ajustar cuentas con ella,
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