Capítulo 22 Divorciarse
Por la tarde, Santiago se dirigió a Puerto Esmeralda en un Lamborghini, iba sentado atrás. Cuando la luz del sol del atardecer iluminó el contorno de su rostro, frunció las gruesas cejas. Recordaba haber hecho el amor con Melinda siete años atrás, y hace solo unos días, haber conocido a sus hijos por primera vez. Todo era tan surrealista que cayó aturdido.
Mientras tanto, el auto avanzaba lento porque estaban atrapados en un atasco. De repente, vio a un padre y a un niño que salian de una jugueteria. Al niño parecia encantarle su nuevo robot azul. En cuanto el padre lo recogió, el niño sonrió. Su sonrisa contagio à Santiago.
-Detén el auto le dijo al conductor-. Tengo que ir a esa juguetería.
El conductor no tardó en detenerse junto a la jugueteria. Antes de que pudiera bajarse del vehículo, vio a Santiago dirigirse a grandes zancadas hacia la tienda. Era una gran tienda con seis pisos llenos de juguetes. En el instante en el que entró al local, la joven y bella vendedora lo miro
asombrada.
-Es usted el Señor Falcó?!
-¿Todavía tiene el mismo robot azul que compró antes el joven? -preguntó Santiago amable.
A pesar de ser noble y elegante, s
mostraba frio y distante. La vendedora asintió repetidas veces.
-Sí que lo tenemos. Ahora mismo se lo traigo.
Sintió que el corazón le latia con fuerza en el pecho,
-¿Por casualidad tambien tienen uno rosa?
anadió. Quiero dos de esos robots.
-SL.
Había visto en las noticias que Santiago tenía dos hijos. Nunca imaginó que un hombre poderoso como él pudiera ser un padre tan cariñoso. Una vez hecho el pago, la vendedora le pasó a Santiago un ramo de flores.
-Señor Falcó, para celebrar el aniversario de nuestra tienda, regalamos flores a cada cliente la compra de dos robots. Puede dárselas a su mujer.
por
Santiago miró las flores y dudó un momento antes de tomarlas. En cuanto salió de la tienda, los reporteros lográron captar fotos suyas sosteniendo algunos juguetes y flores. Cuando la luz del sol brilló en Puerto Esmeralda, hizo que el lugar pareciera aún más magnifico. El Lamborghini entro en el parío y se detuvo frente a la casa.
Melinda, que vestía un traje azul y blanco, se paró en la puerta. Cuando vio a Santiago con dos robots y unas rosas en la mano, se sobresaltó. Era natural que comprara juguetes para los niños, pero también le compró flores a ella?
Santiago camino hacia ella y pensó que las capas de ropa de la mujer le daban un aspecto
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refrescante y amable. Admiraba el sentido de la moda de la mujer, pues siempre llevaba ropa apropiada para distintas ocasiones. En cuanto pasó junto a Melinda, le metió las rosas en los brazos y entró directo a la sala. Al percibir la fragancia, Melinda volvió en sí y lo siguió.
Son regalos para Samuel y Pamela. -Santiago le pasó los robots a Gael-. Ahora nos dirigiremos a Bahia Roja. Como volveremos pronto, puedes decirle al cocinero que empiece a preparar la cena.
-Si, Señor Falcó.
Santiago se giró entonces y miró a la aturdida mujer, que permanecia de pie con las flores en los brazos.
-Deja las flores. Tenemos que irnos ya
El se dirigió hacia la puerta. Melinda dejó las flores sobre la mesa y lo siguió. Se sentó junto a él en el auto. Como el no decía nada, el ambiente era un poco incómodo, asi que decidió mirar por la ventanilla. El silencio duró cinco minutos.
-¿Quién demonios eres?
A Santiago le pareció que la líder de la comunidad de un pueblo pobre como ella no debía tener un gusto tan inmaculado en la moda. Melinda lo miró a los ojos con expresión tranquila.
-Deberías confiar en tu juicio. Soy la madre de los niños, asi que es imposible que suponga una
amenaza para ti.
Cuando sus miradas se cruzaron, Santiago se dio cuenta de que la mujer parecia decidida. Not indagó más. No obstante, seguiria investigando sus antecedentes. Poco después, Melinda dijo:
-No esperaba que fueras doce años mayor que yo. No me extraña que esté tan sedado. Por cierto, ¿qué productos de cuidado de la piel utilizas? Pareces más joven de la edad que tienes.
-Está en los genes -respondió impasible.
El
Melinda no pudo evitar sonreir. Miró por la ventanilla para contemplar el paisaje y pensó que era un engreído. Pronto, el Lamborghini se detuvo frente a una casa en Bahía Roja. Melinda volvió en sí y bajó del vehiculo con él. Para su sorpresa, Santiago la tomó de la mano y entró a la
estancia.
-¿Me protegera hoy de su madre?».
Jenifer estaba sentada en el sofá con todo el cuerpo cubierto y una delicada media máscara en el rostro, Aunque Melinda no podía saber lo que pasaba por la mente de la mujer, el ambiente de la estancia le pareció deprimente. Era evidente para ella que Jenifer estaba disgustada.
-Solo quería verla. ¿Por qué has venido tú también? Está bien. Les doy a los dos tres días para divorciarse. -Jenifer fue al grano y miró fijo a Melinda-. Sin importar lo bien vestida que vayas. eso no puede cambiar el hecho de que no eres más que una pueblerina. Dijiste que llevan siete años casados en secreto. Podrás mentir a los medios, pero a mi no me engañas.
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