Capítulo 21 ¿Quién demonios es ella?
-Pero no hay fecha para el divorcio, ¿verdad?-cuestionó Gael-. En mi corazón, tú eres la Señora Falcó. Eres la mujer adecuada que él ha estado buscando.
Al encontrarse con su mirada, Melinda no pudo evitar esbozar una sonrisa.
-Gracias por contarmelo todo que la naturaleza siga su curso en lo que se refiere al amor. Ahora, solo espero que los niños se mantengan siempre sanos y felices.
-Si no necesita nada más, volveré al trabajo.
Después de asentir, Gael se dio la vuelta y se fue. Pronto empezó a sonar su móvil, lo agarró y se dio cuenta de que era Jesica. Después de conectar la llamada, preguntó:
-¿Qué pasa?
-Me gustaría invitarte a un café, Melinda. ¿Tienes tiempo para hablar?
Jesica sonaba alegre. Por alguna razón, estaba bastante alegre..
-Lo siento, no tengo tiempo..
-¡Vamos! -Jesica habló entonces en tono serio-Me encontré antes con tu marido. ¿Quieres saber por qué? Se trata de ti. Si quieres saber más, ven al café ahora. Te enviaré la dirección por mensaje. Hasta luego.
Melinda se sobresaltó por un momento. Después de pensarlo un poco, dejó de sentir curiosidad.
«¿Qué más da si se ven? No es como si pudiera sacar información de Jesica.
No estaba dispuesta a salir ese día, pues tenia un reto por la tarde; debía visitar a su suegra, que se había convertido en una persona excéntrica tras escapar de las puertas de la muerte. Después de cambiarse, esperó a que Santiago volviera a casa. Al pensar en la edad de Santiago, le seguía pareciendo increible.
“No puedo creer que sea doce años mayor que yo. Dada mi belleza e inteligencia, debi enamorarme de un chico más joven. ¿Cómo terminé casándome con un hombre de mediana edad? Es inconcebible…
Media hora después, volvió a recibir una llamada de Jesica. Conectó la llamada con una sonrisa dijo:
-Hola?
-¿Estás en un atasco o algo así? -preguntó Jesica-. ¿Dónde estás?
-¿Por qué iba a estar en un atasco si estoy en casa? -Melinda se sentó en el sofà del estudio de Santiago, mirando hacia la ventana mientras tomaba el sol-. Solo dime que te ha preguntado.
Y
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-No te preocupa que descubra tu identidad:
He admitido algo? -refutó Melinda-. Jesica, si vuelves a atreverte a espiarme algún secreto, empezaré a tratarte como solía hacerlo hace medio año. Dejaremos de ser amigas,
-¡Por favor, no me hagas eso! -Jesica cedió rápido-. Sé que no quieres acercarte demasiado a los de los circulos empresariales y políticos, pero estás casada con Santiago, ino?
Por eso tengo que mantenerme alejada de ti-amenazó Melinda.
-De acuerdo, ya lo rengo, Santiago podria estar investigando tus antecedentes. -Jesica la puso sobre aviso. Pero no le he dicho que eres Emma.
-Nunca he admitido que soy Emma. -Melinda curvó los labios-. Puede hacer lo que quiera. No es que haya cometido ningún delito. Gracias por avisarme, Jesica.
-¿Por qué no eres sincera conmigo?
Jesica solo queria saber quién era en realidad aquella mujer.
-No tengo porque ser sincera contigo. Recuerda; si quieres seguir siendo mi amiga, deja de intentar descubrir mis secretos.
-De acuerdo.
Al terminar la llamada, la mirada seductora de Melinda se volvió solemne. Sabía que Santiago investigaría sus antecedentes. Después de todo, no dejaria que alguien de quien sabia poco se quedara a su lado, y mucho menos que se acostara con él.
En el despacho del presidente del Grupo Falcó, Santiago estaba sentado en su silla hecha a medida mientras una sensación de abatimiento se reflejaba en su oscura mirada. Máximo estaba a su lado con expresión solemne. Aunque detectaron que Melinda hablaba por móvil con alguien, fueron incapaces de averiguar quién era y de qué trataba la conversación. Máximo se armó de valor y dijo:
-Señor Falcó, ino cree que haya cometido un error al mantener a su lado a alguien como ella? – Santiago no le respondió. Máximo continuó-: Su móvil está protegido con algún tipo de tecnología avanzada. Es obvio que no es una persona común.
Todos en Ciudad del Valle sabían que los del Grupo Falcó eran poderosos y eficientes. No había. nadie en el mundo del que Santiago no pudiera encontrar información. No obstante, habi
sui
fracasado en su intento de descubrir la verdadera identidad de Melinda.
-Lo siento, Señor Falcó. Solo estoy preocupado por usted y por la empresa… -dijo Máximo con sinceridad.
Santiago separó los labios y contestó:
-Ya sé lo que tengo que hacer. Ve y haz tu trabajo.
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Máximo creia que el presidente daria prioridad a los intereses de la empresa. Durante toda la tarde, la mirada habitual desapasionada de Santiago pareció vacilante.
-¿He cometido un error casándome con Melinda? ¿Quién demonios es?».
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