Capitulo 27
Juan frunció las cejas, mostrando la inquietud y depresión durante un instante en el ceño, sin embargo, aun conteniendo sus emociones, se lo explicó a Lorena:
-Cuando la opinión pública te atacó, fue una decisión no autorizada del departamento de relaciones públicas, no tiene nada que ver con ella.
La última vez te atropelló con su coche, la policia ya dictó sentencia, fue detenida y multada. Ya ha sido castigada, pronto iré al extranjero, Lorena, olvidalo.
El pasillo estaba silencioso, el ambiente era sofocante.
Lorena levantó la cabeza, lo miró con sequedad helada, y soltó una fria carcajada:
-¿Lo olvidaré? Si vamos a ajustar las cuentas. ¿acaso yo le debo? Juan, con los miles dólares que le multaron, ¿pueden comprar la vida de mi hijo?
Su frase muy fria hizo que se le demudara el rostro de repente y se le encogiera el corazón violentamente, como si se lo hubieran pellizcado sin querer. Sufrió el dolor palpitante
Las venas de su frente palpitaban vagamente, como si ella lo estuviera linchando con su mirada gélida y dolorosa, sin darle respiro. Las cejas se le saltaron durante un instante. Apretó sus finos labios con fuerza y queria contarle todos los secretos, pero pensando en sus escrúpulos anteriores, seguia reprimiendo todas sus emociones. Con la mirada oscura y profunda y la voz ronca y fria dijo:
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-Las cosas ya han pasado, Lorena, todos tenemos que seguir adelante, te daré lo que quieres, Susana
no volverá a aparecer delante de ti en el futuro.
Decidió esforzarse por compensarla en adelante. En cuanto al niño, apenas no se atrevia a pensar en ello. Cuando Lorena lo menciono, fue como si Juan se ahogara por el dolor en el corazón, le dolia tanto como si le arrancaran la carne del corazón. Al pensarlo, Juan apretó el puño, mostrando el estoicismo.
entre sus cejas. Debia mucho al niño, también a Lorena.
-¡Qué gracioso! ¿Deberia aceptarlo con tal vez ocurriera? ¿Debería perdonaros a todos y daros las
gracias sonriendo? ¿Os lo merecéis?
Lo dijo en voz más alta, con los ojos llenos de frialdad congelada.
Le parecia ridiculo verdaderamente que Juan pidiera favor valiéndose de sus relaciones con los
funcionarios altos para que Susana pudiera escaparse de la pena de prisión e incluso pagara la
indemnización simplemente olvidando que el niño muerto era su hijo.
Cuando Lorena pensó en esto, le dolia tanto el corazón que no podia respirar.
Además, los odiaba mortalmente a los dos. Si no se hubiera casado con él, su hijo habría nacido con
éxito. No obstante, ya era demasiado tarde arrepentirse. En este momento Lorena murió de dolor en el
pecho. Y en sus ojos se notaba un poco de frialdad. Extendió la mano, tiró ferozmente del cuello de
Juan y lo golpeó contra la pared. Dijo con la voz baja y ronca:
-Juan, si eres capaz de protegerlo, hazlo por el resto de tu vida, de lo contrario haré que la maten tarde
o temprano, al igual que a ti.
Cuando terminó la frase, se lo alejó enseguida y abandonó el lugar. Si se quedará un segundo más,
tendría miedo de no ser capaz de controlarse y matar a los dos adultéros.
Juan permaneció donde estaba al principio en silencio y tristemente, mirando a su espalda, incapaz de
describir lo que sentía en su corazón.
Se oyó que unas personas estaban conversando desde el cuarto de baño:
¿De verdad que la señorita Suárez acaba de empujar a la compañera del señor López?
-Por supuesto que no, yo estaba de pie justo al lado de Lorena, y vi personalmente que la compañera
del señor López dijo un montón de palabras feas para enojar deliberadamente a la señorita Suárez. La
señorita Suárez la abofeteó, en el lado derecho de la cara, y entonces esa mujer aprovechó para caerse,
hacia la izquierda.
Incluso habia tenido en cuenta del ángulo de la caida de antemano, y sufrió un poco de trauma, ¡qué buen truco! ¡parece ser hija de punta de clase alta!
Las dos personas salieron una tras otra. Al ver a Juan que estaba de pie a la puerta con un rostro hosco
y desagradable, y se sorprendieron de repente.
Con una mirada hosca y escalofriante le preguntó:
-¿Es cierto lo que has dicho?
La dama noble que lo había dicho se puso un poco nervioso, diciendo:
-Si…es verdad, en aquel momento bastantes personas estaban allá y lo vieron con sus propios ojos.
Los trucos de Susana sólo podían engañar a los hombres imbéciles, es imposible engañar a los que crecieron acompañados de la lucha de las familias.