Capítulo 30 El plan de Samuel
-¿Qué pasa?
Santiago no le dedicó a Mónica ni una sola mirada. Sin embargo, a ella no le importó su indiferencia mientras caminaba hacia el con una dulce sonrisa.
-Te importa mucho el diseño del Año Nuevo Real de Brundela, y para mí también es igual de importante. He decidido diseñar todo el conjunto, tanto la ropa como los accesorios.
-Está bien. -Estampó su firma en un documento, y el desapego impregnó su voz-. No. tenemos mucho tiempo, no es necesario esforzarse tanto.
Estoy muy bien. No es tan dificil.
-En el departamento de diseño no faltan talentos. La división del trabajo es la clave para mantener la calidad.
Su sonrisa no se borró.
-Creo que idear el diseño como conjunto es importante en caso de necesidad, es una oportunidad ganada a pulso. Nunca se puede garantizar que todo el mundo pueda presentar un trabajo inmaculado. Además, nadie se quejará cuando haya más obras decentes. La Reina de Brundela debe tener altos estándares.
De acuerdo. Te dejaré hacer lo que te apetezca, pensó Santiago.
Creia que no había necesidad de hacerlo, pero si Mónica insistia, decir algo más seria innecesario. Ella tenía que saberlo; sin embargo, él no se sentiria ni agradecido ni conmovido por ello. Encendió el portátil para revisar los correos electrónicos, y su silencio la hizo sentirse un poco incómoda. Entonces, su frialdad la seducía, pero le dolia su indiferencia.
-¿Está poniendo distancia entre nosotros por Melinda?..
-¿Algo más?-Santiago levantó la mirada hacia ella,
-No. Ahora me marcho
Sonriendo de nuevo, se dio la vuelta y se marchó. No le pidió que se quedara. En cuanto terminó de responder a un correo electrónico de Annexia, Máximo entró en el despacho con pasos apresurados.
-Señor Falcó, es positivo que el Grupo R-Alan haya intentado invadir la defensa de nuestra red Su objetivo puede ser el departamento de diseño.
Santiago no se sorprendió porque era capaz de adivinar hasta ahi. Su mirada se ensombreció.
-Entendido.
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-Nuestra empresa es su única competidora. Los hemos superado en los últimos años, y han estado esperando su momento para darnos la vuelta. Creo que quieren conseguir el diseño del Año Nuevo Real de Brundela.
No será fácil darnos la vuelta. No los pierdas de vista, no te pierdas nada.
La comisura de los labios de Santiago se curvó en una sonrisa peligrosa.
-De acuerdo.
El sol proyectaba un brillo dorado de calidez sobre el Jardin de Niños Pequeños Genios, donde los niños y los profesores estaban jugando a un juego. Las carcajadas de alegria resonaban en el aire y se colaban por los oidos. Samuel estaba sentado en una roca junto al tobogán mientras sostenía una tableta, en cuya pantalla se arrastraban lineas de códigos. La seriedad se asentaba sobre sus cejas fruncidas, y una sonrisa aparecia a veces en su rostro.
Apareció un -OK- en la pantalla, y al fin esbozó una sonrisa pristina. Contrario a su brillante sonrisa, una bomba aterrizo en la sede del Grupo R-Alan. Un desorden de codigo apareció en el servidor de la empresa. Todas las pantallas se sumieron en una oscuridad negra total, y no se pudo hacer nada para salvarlas de las aguas turbulentas.
—¿Qué mierd”? ¿Alguien ha hackeado el servidor! ¿Cómo puede ser?!
De vuelta en la guarderia, Ania se acercó a Samuel.
Samuel, ¿qué estás haciendo? ¿No te apuntas al juego? ¿No te gusta?
-No es asi, Señorita Baeza. ¡Estoy en ello!
Metió la tableta en su bolso y se puso la gorra de béisbol. Mientras tanto, dos chicos se interponian en el camino de Pamela. Uno de ellos sonrió satisfecho.
-Escuché que te trasladaron aquí desde un pueblo.
-¿Y qué? -Ella parpadeó.
-Eso te convierte en una campesina! (No sabes quiénes somos? -El otro chico sonrió con altanería-. ¿Cómo te las arreglaste para entrar aquí? Tengo curiosidad.
Dada la personalidad introvertida de Pamela, las disputas nunca fueron su fuerte. Apretaba los puñitos le ponía el rostro colorado. Su reacción divirtió a los chicos. Uno de ellos la agarró de la mano y empezó a bromear:
-Oye, cuéntanos más cosas de tu pueblo, ¿Es cierto que no se bañan en todo un mes? ¿Apestan tanto que los demás pueden olerlos a kilómetros de distancia?
-¡Sueltame! -Pamela intentó liberarse. Cuando vio a Samuel, que estaba cerca, gritó—: ¡Samuel! ¡Samuel, sálvame!
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