Capítulo 228
“Roque, ¿podrías variar un poco tus técnicas para conquistar mujeres?“, ella levantó una ceja. “Primero le diste un anillo de matrimonio a Reyna, y ahora vienes a ofrecerme un anillo de diamantes rosados a mi, siempre lo mismo”.
“Eso siempre fue para ti, nunca fue para ella“.
Zulema se encogió de hombros: “Ahora que me lo das, tampoco lo quiero“.
En los espejos relucientes de la sala de exposiciones, se reflejaban las figuras de ambos. Roque, enfundado en un traje negro con una corbata a rayas, destacaba por su estatura y presencia imponente; el reloj en su muñeca centelleaba con cada movimiento, irradiando una elegancia innata, mientras Zulema lucía un vestido blanco con la espalda descubierta, radiante y elegante, con el cabello recogido en un moño, una imagen de gracia y encanto. De hecho, esos días se habia cuidado mucho, y había ganado un poco de peso.
Cuando compró ese vestido, le quedaba justo, ese dia al ponerselo, notó que estaba un poco apretado, eso era una buena señal, Si ella estaba bien, sus dos hijos también lo estarian.
Roque la miraba, aunque ella estaba justo frente a él, siempre tenia la sensación de que no podia alcanzarla, era como un espiritu libre que podría irse en cualquier momento.
“Zule…“, Roque extendió su mano, intentando abrazarla por la cintura, pero ella dio un paso atrás, aumentando la distancia entre ellos, y miró alrededor preguntándose: “¿Cómo es que no veo el ‘El Corazón Azul del Océano? ¿Será que lo exhibirán al final?“.
Dicho eso, detuvo a un empleado: “Disculpe, ¿dónde está la vitrina del ‘Corazón Azul del Océano?“.
“Está alla”, señaló el empleado hacia el centro, donde una vitrina rectangular estaba cubierta con una tela de terciopelo burdeos. “Aún no se ha revelado oficialmente, hay que esperar hasta las nueve hasta que lo hagan“.
“Está bien, gracias“.
Todavía lo podría ver a las nueve, ella echó un vistazo al reloj, apenas eran más de las ocho. ¿Tenía que pasar tanto tiempo con Roque? Mientras pensaba, alguien se acercó a ellos con una copa en la mano: “Sr. Malavé, es un placer conocerle, he oido mucho sobre usted y finalmente tengo el honor de verlo en persona“, una vez alguien inició la conversación, las demás personas que observaban de lejos se acercaron rápidamente. Después de todo, ¡era Roque! ¡El hombre más distinguido de Orilla! ¡Quién no querría congraciarse con él! ¡Quién no desearía intercambiar un par de palabras con ese hombre!
La expresión de Roque se ensombreció, en verdad él no quería perder tiempo interactuando con esas personas; su propósito principal ese día era acompañar a su esposa, pero había demasiada gente, y pronto se formó un círculo a su alrededor. Y Zulema se había apartado discretamente.
Roque era una celebridad, todos lo conocían, pero nadie sabía quién era ella, así que aprovechó la oportunidad para escabullirse. Al ver que este la miraba, ella simplemente le saludó con la mano y en silencio le dijo: “Adiós“.
Ella se fue a caminar sola por el evento, deteniéndose a apreciar cada joya con detenimiento. No queria que él estuviera a su lado todo el tiempo, actuando como un nuevo rico, insistiendo en comprar eso y aquello. Gustar de algo no siempre significaba tener que poseerlo; a veces, solo admirarlo desde lejos ya era suficiente.
Roque no tenía manera de alejar a tanta gente, solo pudo ver como se alejaba.
La exposición contaba con una zona de postres y otra de bebidas, quizás por estar embarazada, Zulema habia desarrollado un gusto aún mayor por los dulces. No podía beber alcohol, así que se quedó en el área de postres, comiendo pasteles y bebiendo jugos, a su lado, dos mujeres elegantemente vestidas, una en rojo y la otra en morado, con tacones altísimos, conversaban.
“Dicen que el ‘Corazón Azul del Océano‘ se pondrá a la venta esta noche, ¿quién lo comprará?“.
“Seguro que será tu esposo, él te adora tanto“.
“Él es un completo hombre práctico, no entiende de romanticismos, así que no lo creo“.
Zulema se sorprendió al oír que el ‘Corazón Azul del Océano‘, la joya maestra de la exposición, iba a estar a la venta. Aunque, de ser así, seguramente el precio sería astronómico, fuera del alcance de la gente común, solo una familia
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extremadamente rica y poderosa podria poseerla.
Curiosa, lanzó un par de miradas a las mujeres que charlaban y reconoció a una de ellas, la mujer en el vestido rojo era una famosa actriz del mundo del espectáculo: era Casandra Hacia un par de años, esta estaba en racha, protagonizando tres telenovelas que se convirtieron en un éxito rotundo, ocupando el primer lugar de audiencia en su horario y transformándose en una estrella de primera linea, su fama aumentó exponencialmente. Además, había firmado contratos con varias marcas de lujo, incluyendo una de joyería, por eso no era extraño que ella estuviera presente en ese evento.
La otra mujer, que llevaba un vestido morado, Zulema no la conocía y nunca antes la había visto, pero la habilidad para lues el color morado y llevarlo con estilo era poco común, y esa mujer de estatura alta y elegancia innata, sin duda, parecia una dama de sociedad.
“¿Qué miras?“, de pronto, Casandra se encontró con su mirada, y con arrogancia levantó la barbilla y le preguntó. “¿Quién eres tú?“. Fue entonces cuando se dio cuenta de que Zulema había estado observándolas fijamente sin apartar la vista.
“Lo siento“, se disculpó. “Es la primera vez que veo a una celebridad en la vida real, y no pude evitar mirar un poco más de la cuenta“.
Al escucharla, Casandra se llenó de orgullo y, con un gesto coqueto, se acomodó el cabello: “Mirar está bien, pero no tomes fotos. Hoy no estoy para fotos ni autógrafos“.
La mujer del vestido morado también intervino: “No ha hecho nada malo, no seas así“.
“No he hecho nada, ni he dicho nada“, respondió Casandra. “Eres demasiado buena y bondadosa, eso es todo“. Dicho eso, miró con anhelo hacia donde estaba Roque.
“Cuando haya menos gente, voy a brindar con el Sr. Malavé“, dijo Casandra. “Si logro caerle bien, podría ser la imagen y embajadora de ‘Malavillamor“.
Sus ojos brillaban con deseo, ese hombre era la cima de la pirámide de Orilla. ¿Qué tipo de mujer sería capaz de conquistarlo, de atarlo, de llevarlo al altar? Casandra estaba convencida de que ella era esa mujer.
“Está bien, te acompaño, vamos“, le dijo la mujer del vestido morado.
¡Sí, eres la mejor!“, Zulema sonrió sin decir nada más y se alejó con un postre en la mano, parecía que Roque tendría un nuevo interés amoroso, se preguntaba si Casandra sería más astuta que Reyna, si sería capaz de enredarlo y ganárselo, si eso sucediera, ella finalmente sería libre.
Con esa idea en mente, incluso empezó a ver a Casandra con otros ojos, pero en segundos, sintió un nudo en el estómago. La imagen de ellos dos, abrazados apareció en su mente, y un malestar la invadió. ¿Podría realmente mantener la calma y ver a otra mujer en los brazos de Roque sin mostrar emoción? Parecía que no.
Sumida en sus pensamientos, no sostuvo bien el postre y este cayó al suelo, un poco de crema manchó el borde de su vestido, no había más remedio que ir al baño para intentar limpiarlo y secarlo. Por suerte, la mancha de crema salió sin dejar rastro, suspiró aliviada; habría sido una falta de respeto andar con el vestido sucio.
Al salir del baño y doblar la esquina, se topó con alguien.
.“¿Sr. Linde?“, Zulema exclamó sorprendida.
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