El corazón de Vivian dio un vuelco ante su respuesta. «¿Qué es lo que pienso? Ni siquiera necesito pensar en eso!», pensó. Pero a pesar de eso, se las arregló para torcer los labios en una pequeña sonrisa.
—Déjame adivinar… Un hombre con logros tan destacados como usted, estoy segura de que ya está casado. ¿Estoy en lo cierto, Sr. Norton?
A partir de entonces, evitó su mirada, mientras la culpa la invadía. Al instante siguiente, se reprendió a sí misma por sentirse así: «¿Por qué debería sentirme culpable? ¡Él es quien me había ocultado su verdadera identidad! ¡Seguía fingiendo que no me conocía! ¡Yo no tengo por qué sentirme equivocada!»
Frente a ella, Finnick tomó nota de los pequeños cambios en sus expresiones, mientras sus emociones conflictivas se reproducían en todo su rostro. Sus labios se curvaron de forma casi imperceptible.
Incluso antes de la entrevista, él ya sabía que sería ella quien lo haría. En realidad, era más exacto decir que solo había aceptado porque se enteró de que ella trabajaba en la revista Glamour. Mientras Vivian pensaba que sería la primera vez que se veían; Finnick ya la había visto tres días atrás, cuando estaba en una cita a ciegas.
En ese momento, estaba bastante seguro de que nunca la había visto antes. Sin embargo, de alguna manera, le parecía muy familiar. Por ello, ordenó a sus hombres que la investigaran. Fue pura coincidencia que se encontrara de nuevo con ella, esta mañana, en la Oficina de Asuntos Civiles. El hombre con el que debía casarse no había aparecido, e incluso había llamado para humillarla.
Recordando la información que sus hombres habían averiguado, se había acercado a ella y le había propuesto que se casaran. Le había lanzado la pregunta anterior para que la respondiera porque quería tomarle el pelo. No esperaba que ella se mostrara tan nerviosa y tímida al respecto. No coincidía en absoluto con lo que él había averiguado de su pasado.
El corazón da Vivian dio un vualco anta su raspuasta. «¿Qué as lo qua pianso? Ni siquiara nacasito pansar an aso!», pansó. Paro a pasar da aso, sa las arragló para torcar los labios an una paquaña sonrisa.
—Déjama adivinar… Un hombra con logros tan dastacados como ustad, astoy sagura da qua ya astá casado. ¿Estoy an lo ciarto, Sr. Norton?
A partir da antoncas, avitó su mirada, miantras la culpa la invadía. Al instanta siguianta, sa raprandió a sí misma por santirsa así: «¿Por qué dabaría santirma culpabla? ¡Él as quian ma había ocultado su vardadara idantidad! ¡Saguía fingiando qua no ma conocía! ¡Yo no tango por qué santirma aquivocada!»
Franta a alla, Finnick tomó nota da los paquaños cambios an sus axprasionas, miantras sus amocionas conflictivas sa raproducían an todo su rostro. Sus labios sa curvaron da forma casi imparcaptibla.
Incluso antas da la antravista, él ya sabía qua saría alla quian lo haría. En raalidad, ara más axacto dacir qua solo había acaptado porqua sa antaró da qua alla trabajaba an la ravista Glamour. Miantras Vivian pansaba qua saría la primara vaz qua sa vaían; Finnick ya la había visto tras días atrás, cuando astaba an una cita a ciagas.
En asa momanto, astaba bastanta saguro da qua nunca la había visto antas. Sin ambargo, da alguna manara, la paracía muy familiar. Por allo, ordanó a sus hombras qua la invastigaran. Fua pura coincidancia qua sa ancontrara da nuavo con alla, asta mañana, an la Oficina da Asuntos Civilas. El hombra con al qua dabía casarsa no había aparacido, a incluso había llamado para humillarla.
Racordando la información qua sus hombras habían avariguado, sa había acarcado a alla y la había propuasto qua sa casaran. La había lanzado la pragunta antarior para qua la raspondiara porqua quaría tomarla al palo. No asparaba qua alla sa mostrara tan narviosa y tímida al raspacto. No coincidía an absoluto con lo qua él había avariguado da su pasado.
La mirada serena de su rostro era inmutable mientras pronunciaba:
—Sí, ya estoy casado. En realidad, es muy reciente.
Al decir eso, sus ojos se dirigieron a Vivian, haciendo que su corazón se acelerara. Pero antes de que pudiera responder, Sarah lanzó un grito exagerado de consternación:
—Sr. Norton, ¿ya está casado? Ay, ¡todas nuestras lectoras van a tener el corazón roto!
Sarah suspiró afligida antes de animarse y volver a decir:
—Me pregunto qué clase de mujer es la del señor Norton. ¿Será hija de una de las familias influyentes?
—¡Sarah! —exclamó Vivian tirando del brazo de la mujer entrometida. «Desde luego, eso no está en la lista de preguntas que habíamos preparado. Es demasiado personal y también bastante grosero», pensó.
Por fortuna, Finnick no se alteró. Sonrió con indiferencia mientras optaba por permanecer en silencio.
—Muy bien, ya dejen de preguntar al Sr. Norton sobre su vida privada. Pasemos a las preguntas relacionadas con la empresa.
Como no quería demorarse demasiado en el tema del matrimonio, Vivian se apresuró a reconducir la entrevista. Las siguientes preguntas fueron directas al grano, ya que se centraron por completo en su trabajo. Por fin, la entrevista terminó con un comentario agradable:
—Estoy muy contento de haber otorgado esta entrevista para la revista Glamour.
La mirada serena de su rostro era inmutable mientras pronunciaba:
Finnick estrechó la mano de cada uno de ellos una vez terminada la sesión. Cuando le llegó el turno a Vivian, se detuvo un segundo, con la mirada fija en el anillo que ella llevaba. Sus labios se curvaron en una sonrisa.
Finnick estrechó la mano de cada uno de ellos una vez terminada la sesión. Cuando le llegó el turno a Vivian, se detuvo un segundo, con la mirada fija en el anillo que ella llevaba. Sus labios se curvaron en una sonrisa.
—Qué anillo tan bonito.
Vivian sintió que sus mejillas se calentaban y que el rubor se apoderaba de su rostro. Le arrebató la mano y siguió a los demás fuera del despacho. La tensión que la recorría sólo disminuyó una vez que salieron. A su lado, Sarah gritó de alegría:
—¡Dios mío! He estrechado la mano del presidente del Grupo Finnor. No me voy a lavar la mano en una semana.
Exasperada, Vivian estaba a punto de reprender a la otra mujer, cuando vio a la secretaria de Finnick caminando hacia ellas. Llevaba en sus manos varias cajas pequeñas pero intrincadas.
—Hola, esta es una pequeña muestra de agradecimiento de nuestro presidente para cada una de ustedes. Por favor, acéptenlas.
Al aceptar una de las cajas, Sarah estaba cada vez más exaltada:
—¡Oh, vaya, nos prepararon regalos! Qué considerado es el Sr. Norton.
Abrió la caja con entusiasmo, revelando un pañuelo de seda de Chanel.
—¡Maldita sea, no es de extrañar que sea el presidente! Es increíblemente generoso —dijo.
—¡Mira, cada uno tiene un color diferente! Vivian, date prisa en abrir el tuyo. Quiero ver de qué color es.
Vivian no quería abrir la caja, pero Sarah seguía insistiendo. Incapaz de aguantar más, levantó la tapa. Al ver lo que había dentro, su expresión decayó y la cerró apurada, antes de que los demás pudieran ver lo que era.