—Vivian. —Su voz era severa—. No te atrevas a mirar hacia otro lado.
Hizo una pausa y luego dijo:
—Sí vi esas fotos. Es probable que alguien instalara una cámara estenopeica en la habitación del hotel donde ocurrió ese incidente hace dos años.
Vivian pensó lo mismo. Asintió, guardó silencio un momento y dijo mientras se mordía los labios:
—Lo siento.
—¿Por qué? —Finnick gruñó.
—Por lo que esas fotos pudieron hacerte sentir —susurró Vivian con la cabeza baja.
Su rostro estaba blanco como una sábana, y los ojos se llenaron de lágrimas. A Finnick le dolía el corazón.
«Maldita sea. ¿Qué es este sentimiento?»
Nunca se había sentido así por Vivian, ni ahora ni hace diez años. Volvió a levantarle la cara con fuerza y le clavó la mirada.
—Recuerda esto, Vivian —la miró fijo—. Nunca te disculpes por algo que no has hecho.
La mirada firme de Finnick la dejó aturdida por un momento. asintió.
—Muy bien, entonces —dijo Finnick, esta vez con más ligereza—. Se está haciendo tarde. Vamos a casa.
En el ascensor, Vivian preguntó tras muchas dudas:
—Finnick, cuando viste esas fotos, ¿no dudaste de que no fueran del incidente de hace dos años?
Al igual que Fabian asumió de inmediato que esas habían sido fotos recientes de ella con otros hombres.
—¿Por qué iba a pensarlo así? —Finnick dijo con calma—: Lo que pasó hace dos años fue la única vez que lo hiciste, ¿no?
Vivian no esperaba que dijera eso. Dijo con la cara enrojecida:
—¿Cómo lo has sabido?
—Tenía una corazonada —dijo.
Vivian se quedó perpleja por un momento y luego se dio cuenta de que se refería a aquella noche en la que las cosas se habían vuelto salvajes y tórridas entre ellos. Su cara se puso roja de vergüenza. Por el rabillo del ojo, sintió que Finnick le sonreía. Se sonrojó aún más. Apretó los dientes y dijo:
—¿Qué? Así que tienes mucha experiencia, ¿eh? Entonces dime cuántas veces lo has hecho.
Finnick no esperaba que la tímida Vivian le respondiera así. Se quedó sin palabras.
En ese mismo momento, el ascensor llegó al primer piso. Finnick se sobresaltó y tosió con torpeza en su mano.
—Subamos al coche.
Salió primero del ascensor, empujando su silla de ruedas.
Al ver la reacción de Finnick a su pregunta, Vivian sintió aún más curiosidad. Se puso rápido a su altura y le preguntó:
—Finnick, no me has contestado. ¿Cuántas veces lo has hecho?
Vivian era una persona obstinada que intentaba llegar al fondo de todo lo que se proponía. Incluso en el coche, siguió bombardeándole con preguntas.
—Finnick, dime. ¿Te callas porque lo has hecho muchas veces? ¿Lo has hecho con una mujer o con varias? —preguntó.
Finnick sintió que su cabeza palpitaba de dolor.
«Me arrepiento mucho de esto. ¿Por qué he sacado esto? Ni en mis mejores sueños habría esperado que Vivian tuviera un lado tan hablador; pero es bastante bonito, supongo».
Vivian se apoyó en su silla de ruedas mientras seguía con su interrogatorio. Al ver sus ojos brillantes y sus mejillas hinchadas de descontento, no pudo evitar besarla en la frente. El repentino beso hizo que Vivian se pusiera un poco nerviosa. El contacto de sus labios se sintió como un fuego ardiente que se extendió por toda su cara. Se levantó rápido antes de volver a sentarse en su asiento.
Divertido por su reacción, Finnick se rio:
—Así que eso es lo que te hace callar.